1. El semental de confianza II


    Fecha: 22/11/2019, Categorías: Hetero Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... más tranquilo.
    
    Ana metió la mano dentro del pantalón del joven una vez que le aflojó el cinto y bajó su cremallera. Sacó su pene, algo flácido pero significativo y venoso, sintiéndolo de inmediato desplegar su asombrosa y juvenil dureza. El pene de su padre siempre estaba activo y erecto, listo para ella.
    
    “La tienes casi como la de tu papá mi hijito”, le dijo con el mismo tono maternal con que lo consoló hacía unos instantes.
    
    “Mira bebé, mira”, le dijo Ana al llegar el pene a su máxima erección. “Me encanta como se te tuerce para arriba”, decía, al masturbarlo con delicadeza y ansias.
    
    El Choro nomás sonreía, mientras Ana resaltaba su bello atributo. Empezó a acariciar su pelo a medida que su hermosa patrona bajaba su cabeza para deleitarse mamándoselo.
    
    Al sentir su boca, el muchacho se estiró de placer en la incómoda banca.
    
    “Mmmm… ¡aaah!”, gimió, al tiempo que Ana jugaba con su lengua el encorvado garrote del Choro, devorándolo poco a poco, volviéndolo loco de placer. Ella disfrutaba su esencia juvenil, el leve sabor y olor de orines mal limpiados, y jugaba con sus manos en su escaso pelo púbico. Ana se levantó la camiseta, mostrándole por ver primera sus senos. El los tocó y acarició como un niño con juguete nuevo, lamiendo sus erectos pezones y mamándoselos con sobresaliente destreza.
    
    Cuando se la cogió por la boca, las únicas intimidades que le conoció fue de su cintura para abajo, pero sus chichis la enloquecían y eran la parte de su cuerpo que más ...
    ... le llamaban su atención.
    
    Ana se incorporó. Se deshizo de la camiseta. Se puso de pie, y se quitó los ajustados shorts, quedando en total desnudez frente al atónito adolescente. Ella se inclinó y lo besó ardientemente en la boca. El inexperto gigolo no sabía besar muy bien, pero ella le enseñó la magia de hacerlo con pasión, metiendo su lengua en su boca y mordiendo con suavidad sus labios como solo una maestra sabe hacerlo.
    
    A sus 18 años, Ramón junior solo conocía su mano derecha y los encantos de doña Alicia, su vecina a quien que se cogía con bastante frecuencia, pero no existía punto de comparación. Frente a él, de pie, la monumental y bella Ana quería ser toda suya. Se le cumplió el sueño igual que a su caliente padre.
    
    “Le huele bien bonito la panocha Ana”, dijo el muchacho cuando por fin pudo hablar.
    
    “¿Te gustó precioso? ¡Que gusto me da!”, contestó ella al cumplido, al tiempo que el Choro se ponía de pie. Ana lo vió hacia arriba, al ser significantemente más alto que su padre. El muchacho puso sus manos en las nalgas de ella, la levantó con facilidad. Ella entrelazó sus piernas en los muslos del joven, y comenzaron a besarse, desbordados de deseo y pasión, lamiéndose la cara y mordiéndose los labios.
    
    El muchacho bajó a la bella Ana y se sentaron en la banca, besándose sin interrupción.
    
    Ana subió su pierna sobre el, y con un ágil movimiento, se sentó por completo en el regazo del Choro, acariciando entre sus nalgas el juvenil y delicioso pene que ansiaba ...
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