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El Maestro “su putita”. Un encuentro virtual que excedió los límites
Fecha: 02/01/2020, Categorías: Gays Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos
... relación. Poco falta, casi nada, para que el estallido de la revelación tome contacto, el contacto virtual está llegando a fin de su ciclo, los mensajes y las imágenes adquieren cada vez mayor voltaje, los ánimos no soportan el alejamiento, y de golpe alguien escribió: -¿Y si nos vemos? Pero... recién ahí la realidad nos dio de golpe de efecto: La distancia. Precisamente la distancia física, era de momento una barrera que impedía el acercamiento. Nos dejó pensando, cada uno en su mundo, pero Myrta, sacó de la galera del mago, el as de corazones y dejó un mensaje hablado: - La semana próxima debo ir a la ciudad próxima a dónde vives y debo quedarme al menos un día, te parece si... – Si… ¿qué? --fue la respuesta - ¿Si... nos encontramos? -¡Siiiiiiiiiiiii!!!, fue la devolución a esa pregunta. El resto es fácilmente deducible, a las pocas horas de su arribo nos encontramos. Las fotos no tenían rostro, solo partes íntimas, tan solo teníamos la foto del perfil del teléfono móvil que nos acercaba a una realidad que nos inquieta por igual. Los años y la experiencia de vida no sirven, ahora la cosa es “vis a vis”, el todo o nada, gustar o ser rechazado, me sentía como Julio César a la entrada de Roma, y como él me dije, “la suerte está echada”, entré al discreto barcito, ella eligió el lugar, yo la hora, la reconocí, me gusto, me gustó mucho, era mejor de la imagen del perfil, de la que me había forjado en todas las noches de plática. Ahora venía la parte ...
... más difícil, me miró, nos miramos, me sentí rindiendo el más difícil examen de mi vida, no hubo respuesta, solo una sonrisa, sin dejar de mirarme en sus ojos. Aproveché la pausa producida por el momento de solicitar dos cafés al camarero, sirvió para ordenar mis pensamientos, para afrontaba el minuto siguiente. Aparté mi vista de ella para mirar al camarero, era una forma de darle un respiro, que pudiera evaluar sin la inquisidora pregunta ocular, ¿qué tal?, ¿te gusto? Al devolverle la mirada me topé con una sonrisa cálida, había complacencia o resignación, pero al menos no rechazo de plano. El calor aromático del café parecía crear un clima más natural, más cálido y afable. De ahí en más, con el hielo del encuentro derretido, más alguna broma de circunstancia, la charla fue discurriendo por los carriles usuales de dos personas que saltaron el obstáculo del primer encuentro. Departimos como una hora, pasamos por varios tópicos frívolos y de circunstancias, sin entrar en esas intimidades que nos habían alentado a llegar a este momento. Está bien claro, que una cosa es el trato a través de la pantalla y el whatsapp, y otra muy distinta el cara a cara, donde estamos rindiendo examen con cada palabra, con cada gesto, puesto blanco sobre negro y sobre la mesa. Como ella se había aducido que se le hacía tarde para llegar a no sé qué lugar, pagué y salimos, me ofrecí a llevarla en mi auto. Ahora en el ámbito intimista del habitáculo, y con, no recuerdo bien que excusa, ...