1. Casilda, una mujer morena e inexperta


    Fecha: 16/09/2017, Categorías: Transexuales Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... pero tampoco le hago ascuas as hacerles una paja...
    
    -¿A hacer, qué?
    
    -A pajear a una mujer...
    
    -¡A saber qué barbaridad es esa!
    
    -Una barbaridad que da un gusto bárbaro. ¿Nunca te masturbaste?
    
    -La masturbación es un pecado, y aunque quisiera pecar no sabría cómo ni donde tocarme.
    
    -¿Quieres que te enseñe?
    
    -No, gracias, no necesito que me enseñen a pecar. Cada vez estoy más segura que eres la serpiente, y como tal tienes mucha maldad.
    
    -Es que ver una preciosidad en medio del monte, lejos de la gente, invita a propasarse un poco.
    
    -Lo que estás haciendo es abusar verbalmente de una mujer indefensa.
    
    -Pensé que te gustaba hablar conmigo.
    
    -Y me gusta, pero sólo sabes hablar de sexo.
    
    -¿Y qué quieres, qué te hable del tiempo, bonita?
    
    -Soy una mujer casada y con dos hijos.
    
    -Pero hermosa.
    
    -¿Adónde quieres llegar, Quique?
    
    -Hasta donde tú me dejes.
    
    -¿Y por qué no vas a dónde yo te mande?
    
    -¿A dónde quieres que vaya?
    
    -A tomar viento fresco
    
    -Preferiría tomarlo de tus suspiros.
    
    -Ahora te mandaría a otro sitio, pero mi educación no me lo permite.
    
    La pillé al vuelo.
    
    -Vale, me voy a la mierda. ¿Pero no me negarás que eres una preciosidad?
    
    -Encima no sabes mentir. Me miro al espejo y sé que soy una mujer corriente...
    
    -Mentir es pecado, Casilda, eres preciosa y lo sabes.
    
    Casilda, se ruborizó.
    
    -¡Quita, quita! Preciosa yo. ¡Qué tontería!
    
    -No te hagas la ingenua. Sabes que eres la más bonita del pueblo.
    
    -¿Estás ...
    ... intentando seducirme, Quique?
    
    -Sí, me gustaría que esta tarde fueras el aire de mis suspiros.
    
    -¿Te funciona?
    
    -Si con 18 años no tuviese muelle, malo, ¿Quieres ver mi verga?
    
    -Me refería a la manera de camelar. ¿Te funciona con las mujeres?
    
    Me la jugué a cara o cruz.
    
    -Sí. ¿Puedo sentarme a tu lado?
    
    Salió cara.
    
    -Si mi marido se entera que hablé contigo me da una paliza, y si sabe que estuvimos hablando y sentados juntos en medio del monte, los dos solos, me mata.
    
    -No se va a enterar, pero si se enterase y te tocase un pelo de la ropa lo coso a hostias. A una mujer sólo se le calienta el culo si ella quiere.
    
    Casilda, ya se soltó.
    
    -¿Hay mujeres a las que les gusta que le calienten las posaderas?
    
    -Aquí hace mucho calor.
    
    -Ponte a la sombra del roble.
    
    De nuevo tenté la suerte.
    
    -Mejor me voy. No me agrada hablar con una mujer estando yo de pie y ella sentada.
    
    -Vale, siéntate a mi lado. Creo que me hará bien hablar contigo de cosas mundanas. Si se entera Hugo, que sea lo que Dios quiera.
    
    Me quité el cinto con los conejos, lo eché junto al roble y me senté a su lado, Casilda, que parecía tener la curiosidad de una adolescente que quiere descubrir cosas nuevas, siguió hablando.
    
    -¿Le pegaste a alguna mujer en las posaderas?
    
    -Te voy a meter en un terreno pantanoso, Casilda
    
    -Soy consciente de ello. Al hablar contigo empecé a hacerlo y al dejar que te sentaras a mi lado, ya me puse al lado del precipicio. ¿Le diste a alguna mujer en las ...
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