1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    Capítulo 1
    
    El sargento Peter Hesslich acababa de localizarla. Llevaba toda la tarde apostado, tumbado entre la maleza entreverada de árboles que cubría ambas orillas del Donetz y sólo entonces, cuando la tarde caducaba rindiéndose a los rojizos resplandores del crepúsculo casi estival de aquellos primeros días de junio de 1943, la localizó con sus prismáticos al otro lado del río, camuflada entre la maleza y el esmirriado ramaje que tapizaba el suelo del islote, más bien arenoso, separado cuarenta-cincuenta metros del firme de la orilla soviética. Al instante soltó los prismáticos requiriendo en su lugar el fusil de precisión. A través de la mira telescópica del arma pudo apreciar con mayor nitidez aún los rasgos de la faz femenina ahora enmarcados en el retículo del visor del arma: Los rizos rubios de un cabello que debía caer en melena hasta los hombros de la mujer pero que entonces parecían recogidos en trenza enroscada a la nuca; el hoyuelo de ambas mejillas muy cerca de las comisuras de una boca bien dibujada, de labios un tanto gordezuelos, frescos y rojos cual fresones sin para ello precisar cosmético alguno. Y aquellos ojos de negrura abismal en opuesta concordancia con el rubio cabello que más bien auguraría unos ojos azules, verdes, grises incluso, pero nunca negros, como la noche más negra
    
    Era ella; sabía que era ella; tenía que ser ella, el demonio hecho hembra humana responsable de más de un tercio de las bajas sufridas desde que esa unidad de ...
    ... tiradoras especiales de ignota composición desplegara en ese sector del Donetz a fines del pasado año. Balística así lo deducía claramente al observar que los proyectiles que acabaran con, más-menos, un tercio de los muertos los disparó la misma arma, luego la misma mano femenina, verdadero as de la especialidad. Su intuición de francotirador, de combatiente solitario, algo mucho más allá del simple tirador selecto, así se lo decía. Como también le decía que aquella Hija del Diablo no era una simple tiradora selecta, como sus compañeras en general, sino una auténtica francotiradora como él mismo. Dentro de seis o siete horas harían setenta y dos desde que sostuvieran ambos un duelo de paciencia, ausencia de nervios, astucia, saltos y contra saltos. Fue en la noche siguiente a que un grupo de aquellas mujeres, cinco o seis a juzgar por los casquillos abandonados y entre las que indudablemente ella se encontraba, hiciera una incursión en campo alemán dejando tras de sí diez alemanes muertos. No hubo lucha ya que las víctimas lo fueron mientras dormían. Pues bien, en la noche siguiente a la incursión, Hesslich se internó en campo soviético dispuesto a dejarles a las chicas un “buen” recuerdo por cuanta de las diez víctimas alemanas. Despenó de sendos disparos en la frente a tres escuchas avanzadas situadas en la aldea asolada, granjas y casas de labranza arruinadas por el fuego y la destrucción de la guerra que mediaba entre las trincheras ocupadas por la unidad femenina y la orilla ...
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