1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... desagradable era un tanto anguloso, más alto que ancho y coronado por una obscura pelambrera cuyo tono no era capaz de distinguir entonces, a la luz verdosa propia de los rayos infrarrojos con que el teleobjetivo ilumina el campo prendido en el retículo, listo para “fotografiar” cuanto se ponga por delante. La nariz parecía recta y finamente trazada sobre una boca no en exceso ancha y de labios ni gruesos ni finos, que trazaban unos muy regulares contornos a aquella boca. En fin, que más parecía un hombre atractivo que otra cosa… Entonces el alemán hizo lo que a Stella le pareció una enorme y tonta locura: Se puso en pie ante ella, cuan alto era; y Stella no pudo por menos que admirar el cuerpo masculino erguido ante ella, las anchas espaldas, el pecho amplio, atlético y las piernas largas y fuertes como dos columnas de granito… Por un momento una idea le pasó por la mente, haciéndola sonreír socarronamente: ¿Y si capturaban vivo a semejante macho de la especie humana? Pensar en eso y en la cara que pondría la volcánica Marianka Filipovna cuando le viera a su libidinosa disposición casi le hace soltar la carcajada. Pero eso no pasaba de ser fantasía, pues bien sabía que capturar vivo a tal hombre sería empresa baldía, de imposible realización… Desde luego era duro, pero también valiente, muy valiente, para atreverse a hacer esa locura… A pesar de sí misma, Stella Antonovna admiró a aquel hombre matador de hombres… Y de mujeres… Admiró la fuerza, el vigor, el poder que de él ...
    ... emanaba y la electrizaba en ese momento… Pero reaccionó al segundo: Ella era mejor que él, más tenaz y animosa, más rápida y escurridiza… ¡Y mejor tiradora! ¡Ella vencería, le cazaría, le mataría en definitiva y no al revés!... Al momento, Stella se retiró reptando hacia el angosto vado que la separaba de la orilla oriental del Donetz, irguiéndose tan pronto a su espalda quedó el casi falso islote, segura de estar entonces a cubierto del insolente adversario por la altura del islote, poca pero lo suficiente para permitirla cruzar el vado a pie enjuto con sólo agacharse un pelín.
    
    Por su parte, el sargento Peter Hesslich también se retiró sobre las granjas ruinosas y abandonadas en busca de aquella en la que él y Uwe Dallmann fijaran su temporal residencia desde prácticamente su llegada al Donetz.
    
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    Peter Hesslich y Stella Antonovna habían llegado a ese sector del Donetz casi al mismo tiempo. Ella en los primeros días de abril del 43 junto con la capitán médico Galina Ruslanovna, destinada a la Compañía Baida para atender sus necesidades médicas; él a fines del mismo mes junto al también sargento Uwe Dallmann, buen amigo de Hesslich. Allí fueron destinados a petición del mando del sector, el general jefe de una división de infantería que integraba a la IVª Compañía del teniente Franz Bauer que cubría el tramo del sector al norte de Belgorod, aguas arriba del Donetz y más o menos frente al lugar llamado Melechovo, por entonces un núcleo habitado ...
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