1. Riberas del Donetz


    Fecha: 06/01/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... a caballo entre el caserío y la aldea. ¿Razones de tal incorporación? La preocupación causada en el mando divisionario por las veintinueve bajas sufridas durante los últimos doce-catorce días, significativas por sus comunes disparos en plena frente, ligeramente por encima del centro de la línea imaginaria entre ambos ojos y vertical al puente donde se origina la nariz. Gracias a la suerte y, desde luego, serenidad y sangre fría del sargento Heinz Müller se conocía a los autores de las muertes, autoras mejor dicho, pues eran mujeres: Una unidad femenina de tiradoras desde luego escogidas, pero de la que se ignoraba su entidad, es decir su tamaño. Y también gracias a dicho sargento y su increíble aventura hasta se conocía su “modus operandi”, algo en verdad obsceno: Según la narración del sargento, éste ocupaba, la que podríamos llamar “Noche de Autos”, un pozo de escuchas avanzado junto a un cabo y dos soldados. A hora incierta de la madrugada, como brotadas de la estepa, surgieron cuatro o cinco mujeres, senos al aire, junto al pozo y rodeándole. La impresión que aquellos pobres hombres se llevaron fue mayúscula, pero el sargento logró reaccionar algo antes que los “guripas que, la verdad, estaban entonces mucho más interesados en la observación de aquellas suntuosas “domingas” que en cualquier otra cosa, por lo que ni escucharon el aviso del sargento gritándoles, “¡Al suelo! ¡Disparad, disparad!”… Así que, mientras los “guripas” caían con el típico disparo en mitad de la ...
    ... frente el sargento se encogía en el fondo del pozo, en posición casi fetal, con el rostro medio hundido en el limo del fondo, de forma que no se le viera la cara…ni la frente, libre de disparos. Las mujeres estuvieron dando vueltas por allí, riendo y comentando en su jerga y se marcharon al rato sin enterarse de que el sargento quedaba vivo tras ellas. Durante el tiempo que Heinz Müller estuvo allí, en el fondo del pozo, encogido y sin moverse, casi incluso que sin respirar, el bueno de Müller juraba a Dios que, si salía vivo de allí, en su vida volvería a hacer nada malo, ni tan siquiera volver a hacer “cornúpeta” a su santa pero más bien sosa esposa, para entonces una especie de vaca bien cebada. Y ni que decir tiene que de mirar otras “domingas” ajenas a su opulenta Helge, nada de nada así se helara el Infierno. Pero el sargento Heinz Müller era un tipo “bragao” y se recuperó del susto, lo que no impidió que durante al menos una semana le dejaran de castañetear los dientes y todo el cuerpo le temblequeara de lo lindo, con lo que más parecía que le hubiera dado el dichoso “Baile de San Vito”.
    
    Pero si esas veintinueve muertes eran, en sí, alarmantes, no menos lo era un dato proporcionado por los laboratorios de balística de la División, cuando demostraron que las estrías de catorce de los veintinueve proyectiles extraídos de las cabezas de los veintinueve cadáveres coincidían cual gotas de agua, lo que evidenciaba que esos catorce proyectiles habían sido disparados por el ...
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