1. La chica dulce se transformó


    Fecha: 16/09/2017, Categorías: Incesto Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    Cantaba Luis Fonsi Despacito en la televisión. En la mesa estaban sentados varios de los miembros de mi familia. Era mi cumpleaños. Ya llegáramos al café y a las copas. Justo enfrente de mí tenía sentada a la mesa a mi sobrina Violeta. Una muchacha de ojos color marrón oscuro, con un cuerpo de escándalo y muy dulce en el trato. Era mi deseo prohibido. Lo que ansiaba con más ganas, y pienso que ella lo sabía, creo que más de una vez había visto por el rabillo del ojo como le miraba para el culo o para las tetas, ya que después me miraba y le daba a la cabeza en un gesto de desaprobación.
    
    Violeta, que vestía una blusa blanca, una falda marrón que le daba por las rodillas y calzaba zapatos marrones, se levantó de la mesa y le dijo a su padre:
    
    -Voy a dar un paseo por el campo. Respirar aire fresco siempre viene bien.
    
    Había pasado una hora. Como no regresaba y mi hermano estaba algo tomado, mi esposa me dijo que la fuera a buscar yo.
    
    La encontré justo después de haber caído un chaparrón de una de esas tormentas de verano. Salía de una vieja cabaña en la que se había refugiado de la lluvia. Su cabello estaba mojado, Su blusa blanca de seda estaba empapada y pegada a sus redondas y grandes tetas. Cómo no llevaba sujetador se veían con nitidez sus gordos pezones y sus areolas marrones.
    
    Le dije:
    
    -¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurrió meterte en el bosque?
    
    -No creí que me fuese a perder. ¡Qué miedo pasé! -se abrazó a mí- Gracias por rescatarme, tío, gracias.
    
    Sentí ...
    ... sus tetas contra mi pecho y mi polla se puso gorda al momento. Violeta, la sintió y aun así no se separó de mí. Le puse un dedo en el mentón y le levanté la cabeza para darle un beso. Me dijo:
    
    -No, tengo pareja.
    
    Comenzó a llover de nuevo. Nos refugiamos en la cabaña.
    
    La cabaña tenía una cocina de piedra con un tres pies encima y ceniza, mucha ceniza. En la pared, colgada, había una sartén oxidada. En un lado un arcón que probablemente había sido la despensa. También tenía una cama con un viejo colchón, telarañas por todas las partes y polvo, mucho polvo, pero polvo de verdad era el que íbamos a echar, un polvo que no olvidaré en mi vida.
    
    Después de entrar en la cabaña, Violeta, se arrimó a la pared de madera, al lado de la puerta, y frotando los brazos con las manos para entrar en calor, me dijo:
    
    -Tengo frío.
    
    -Si quieres te puedo calentar.
    
    Se puso muy seria, y me respondió:
    
    -No necesito esa clase de calor.
    
    -Me refería al calor corporal. Dos cuerpos juntos se dan calor.
    
    -Sí, pero se te va a empinar otra vez.
    
    -Me puedes abrazar por detrás.
    
    -Lo haré, tengo mucho frío.
    
    Violeta se pegó a mí rodeando mi cuerpo con sus brazos. Al sentir sus tetas en mi espalda, mi polla volvió a levantar la cabeza.
    
    Pasamos un par de minutos en completo silencio. La curiosidad de Violeta era grande. Me preguntó:
    
    -¿Estás empalmado, tío?
    
    Le mentí.
    
    -No.
    
    Una de sus manos bajó a mi paquete y se encontró con mi polla dura como una piedra, que al sentir la ...
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