El juego de Julen
Fecha: 23/01/2020,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Safo_Nita, Fuente: CuentoRelatos
... llegar hasta mí.
―Suave, pero con energía ―murmuró mi tío.
Fue entonces cuando Berta cogió la verga y la levantó. Primero la recorrió con una de sus manos, y luego con la otra, untándola con el aceite. Luego fue tirando de la piel hasta que el glande asomó como una seta colorada. Mi tío ni se inmutó. Berta siguió siguió masajeando con sus manos la verga, que iba ganando en dureza paulatinamente. No podía creer lo que estaba pasando, y sin embargo, en el fondo, había esperado que ocurriera algo así.
Pasaron dos o tres minutos. La verga, cubierta de venas, seguía tiesa y desafiante; brillaba como si la hubieran pulido. Berta se acercó a la punta y la untó con su saliva. Luego sacó su lengua regordeta y comenzó a lamer el glande. Acabó por metérselo en la boca. Me quedé helada. Ya no tenía dudas de lo que estaba sucediendo. Pero no estaba indignada, ni sentía asco o desdén; tampoco envidia o lujuria. Me sentía como ausente, estupefacta, paralizada.
De repente percibí la cálida orina deslizándose por entre mis muslos. Me llevé una mano a la entrepierna y apreté con todas mi fuerzas. Sólo habían salido unos chorritos; suficientes para dejar unas manchas en la alfombra. Vi como mi tío giraba la cabeza y miraba hacia la puerta. La enfermera tenía la mitad de la verga dentro de su boca. Parecía querer tragarla entera. Uno de sus pechos se había salido, o lo habían soltado. Mi tío no conseguía abarcarlo con su mano. Jugaba con un pezón oscuro y grueso, cuya aureola medía ...
... unos 5 cm.
¡No aguantaba más! Quería marcharme y descargar donde fuera mi vejiga. Pero mi cuerpo no me obedecía; era como si me hubieran hipnotizado. Estaba fascinada, esperando el inminente desenlace. Tenía que verlo con mis propios ojos: asegurarme de que no era una representación. Finalmente mi tío arqueó levemente su espalda. Berta se detuvo con el glande en su boca; el semen surgió entre sus labios y resbaló por la verga abajo.
Me levanté asustada y, sin sacar la mano de mi pubis, corrí como una gacela. Subí al segundo piso y fui directa al baño. Casi no me dio tiempo a bajarme la braguita que, de todos modos, ya estaba empapada. Al terminar suspiré con alivio. Aún no podía creerme lo que había visto. Mis manos temblaban de miedo y de excitación. Mis pequeños pechos estaban duros como el mármol. Miré abajo y vi, entre los pliegues de los labios, una rojiza protuberancia. Todo mi sexo ardía. Tomé una pieza de jabón con la intención de lavarlo, pero seguí frotando con ímpetu hasta lograr un orgasmo que me dejó satisfecha y relajada. Después me di una larga ducha y acabé recluida en mi cuarto.
Dos horas más tarde, cuando bajé al salón, mi tío ya me estaba esperando. No percibí enfado o inquietud en su rostro. Al contrario, parecía tranquilo y despreocupado. Me senté a la mesa ofreciendo mi mejor sonrisa. Pero por dentro estaba temblando. Cloe llegó enseguida y sirvió la cena. Mi tío me guiño un ojo y me recomendó que comiera más despacio. Le aseguré que tenía mucha ...