Las prefiero gorditas
Fecha: 31/01/2020,
Categorías:
Hetero
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
Mi nombre es Atilio, pero desde pequeño mis primos me bautizaron maxi. Nunca supe bien por qué. Desde entonces en el barrio. Mi grupo de amigos, en el colegio y, hasta la familia de mi esposa me llama así.
Tengo 32 años, soy medio bajito, colorado con rulos que se revelan al viento, ojos negros y bastante entrador con las mujeres. Estoy casado pero me gustan las trampas, y gracias a mi profesión de técnico en informática me hice de una buena clientela a través de una web muy modesta que subí a internet, y por los amigos que con el boca a boca me daban popularidad. No son fáciles los primeros pasos. Por eso me compré una motito y le di mucha prioridad a los servis a domicilio. La gente últimamente busca resolverlo todo discando un número telefónico.
La primera casa que visité fue la de un matrimonio. ¡los boludos no sabían siquiera instalar un antivirus! Los dos fueron muy correctos conmigo. El flaco me hizo un café, me dio unas magdalenas y hasta me regaló un atado de puchos en cuanto pregunté por un kiosko para luego ir a comprar.
Ella, una rubia de anteojos negros, gordita pero con unas tetas terroristas ante mis pupilas me hacía caritas, mironeaba mi labor y me preguntaba cosas de mi mujer cada vez que el marido iba y venía por la casa. ¡hasta me dijo que tenía cara de mal atendido cuando le confié que estoy casado con una diosa!
La pareja feliz necesitó de mi servicio un par de veces más. Una fue por un problema en la placa de audio y otra porque la grabadora ...
... no funcionaba. En esta última oportunidad, casi sin quererlo descubrí a Alejandra agachadita y muy entusiasmada tirándole la goma a su marido. La vi por el hueco de la cortina movediza por el viento, desde la ventana del living que da a la calle gracias a que llegué diez minutos antes.
Ale tenía sus anteojos como vincha en la cabeza, un corpiño negro y una bermuda que le estrangulaba su cola perversa. No quise molestar, por lo que esperé a que el tipo le vuelque toda la chocolatada en el medio de las tetas, haciendo una espesa pasta de semen y saliva en el corpiño de la muchacha cuya lengua me hacía soñar despierto, y en cuanto ella se puso de pie toqué el timbre.
Naturalmente atendió él, nervioso y perdido. Entramos y me llevó al escritorio para reparar la máquina. Me dijo que salía a buscar puchos, pero que ale vendría de un momento a otro. Así fue nomás… apareció en remera y bermuda, diciendo que estaba a ful con la limpieza. Yo me reí y me nació decirle: ¡vos sos medio mentirosita me parece! ¡te vi, y la aspiradora de tu boca debe ser fatal guacha!
Intuí terrible cachetazo, pero ella se me tiró encima, me pidió que le pegue en ese culo gordito i me desprendió el short para sacar mi pija y metérsela sin más en la boca. ¡cómo me la mamó esa gordita por dios!
No duré mucho porque el tipo estaba al caer. Pero sus dientes, su saliva, sus atragantadas y la forma que tenía de pasársela por la cara me hicieron enlecharle toda la remerita. Despues de eso ale me mandaba ...