1. El reencuentro - 2ª parte


    Fecha: 11/02/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... rostro se abrió una sonrisa
    
    ¡Cariño cómo estás!... ¡Al rojo vivo, diría!... “La” tienes muy, muy grande…y muy, muy dura… ¡Te mueres de ganas, cielo mío! ¡De ganas de metérmela!
    
    Sandra estaba boca arriba pero acurrucada en su hermano, con lo que su cabeza, hasta ese momento y desde que él se bajara de ella para acariciarla y besarla descansara en el masculino pecho, habíase erguido para tomar en su mano la virilidad de Daniel, con lo que el acurrucarse en su hermano se había roto. Volvió a tumbarse boca arriba, con los muslos, las piernas, bien abiertas y flexionadas, ofreciendo así máxima facilidad a la penetración
    
    Anda cariño, ven aquí, conmigo; ponte encima y métemela…
    
    No Sandra, vida mía. Estás poco motivada ahora… Deja que vuelvas a estar en verdad lista…
    
    Amor; yo estoy lista; y esperándote, amor… Venga tonto; tontorrón mío; no te preocupes…te deseo, hermanito; te lo prometo, te lo juro… Anda, mi vida; no lo pienses más… Entra en mí…hazme feliz, cariño mío… Hazme disfrutar como tú, y sólo tú, mi amor, sabes… Y disfruta tú de mí, amor; de mi cuerpo…del cuerpo de tu hermanita que tanto, tato, deseas…
    
    Daniel todavía vaciló un poco, pero la vista de aquél manjar de dioses pudo más que su voluntad de sacrificio por su hermana. Se dirigió hacia ella, se le subió de nuevo encima, situándose, como antes, entre las más que abiertas piernas. Sandra entonces elevó su pubis, empujado por su pelvis y caderas, con lo que su cuevecita del placer salió al encuentro del ...
    ... cuerpo invasor para facilitar y colaborar en la inminente invasión de su femenina intimidad. Guiándolo con la mano, Daniel hizo que su viril miembro fuera abriéndose paso entre la pubiana pelambre, si bien recortadita, arregladita, en torno al acceso a la grutita de los mil placeres. Cuando la extremidad de tal miembro traspasó las horcas caudinas de los dos dobles velos que la guardaban del exterior, Daniel empujó seguro pero suavemente, sin prisas pero también sin pausa, de modo que en segundos Sandra notó llena su femenina intimidad.
    
    Entonces la mujer exhaló un sonoro y prolongado suspiro de satisfacción, al tiempo que sus brazos apretaban hasta lo indecible el nudo trazado en torno al cuello de su hermano, apretándose contra él como una lapa; como si pretendiera fundirse con él en un todo indiviso, al tiempo que murmuraba al oído de su hombre… Su marido… Su hermano…
    
    Por fin, mi amor; por fin estás dentro de mí; como en aquella noche inolvidable, cuando me hiciste mujer, cuando me desfloraste; ámame, mi vida; hazme dichosa como aquella noche… Como sólo tú puedes y sabes hacerme…
    
    Daniel se había empezado a mover dentro de aquella intimidad que le enloquecía de deseo, pero suavemente; en un diletante adelante, atrás adelante, atrás, cargado de cariño, de tierna dulzura… Pero a tal cosa Sandra no estaba dispuesta, pues su todavía más bien menguada libido andaba un tanto tontorrona, medio dormida, necesitada pues de trato un tanto especial para ponerse “a tono”
    
    No; ...
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