1. El reencuentro - 2ª parte


    Fecha: 11/02/2020, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... así no mi amor. No seas ahora gentil conmigo; ponte bruto mi vida, brutito, mi amor; muy, muy brutito, corazoncito mío… Dame, amor; dame fuerte; muy, muy fuerte ¡Aaggg! ¡Aaggg! Y muy rápido, cariñito mío… ¡Lo necesito, mi amor, lo necesito… ¡Dame fuerte; rápido… ¡Aayyy! ¡Aayyy! ¡Aayyy!... ¡Más, amor; más, más!… ¡Hazme disfrutar, querido mío!... ¡Haz disfrutar a tu mujercita, maridito mío; a tu hembra, mi macho valiente; a tu hermanita, mi queridísimo hermanito!
    
    Y Daniel se esmeró en complacer el pedido de Sandra, arremetiendo con bastante más brío; con muchísimo más ardor
    
    ¿Está así bien, mi amor?... ¿Te gusta, cielo mío?
    
    ¡Aahhh! ¡Aahhh! ¡Sí, amor; mejor amor mío! Pero ¡Aahhh! ¡Aahhh! ¡¡Más; más fuerte, amor; más, mucho más duro! ¡Ay; Dios mío, qué gusto, qué gustito, que me das, amor! ¡Sigue, cariño; sigue así! ¡Duro, cariño; más duro; más fuerte, mi vida! ¡Aaggg! ¡Aaggg! Sigue, mi amor; sigue, sigue así, que me matas de gusto, cariño mío ¡Aggg! ¡Aggg! ¡Venga, venga, mi amor, mi vida; dame duro, amor! Más duro mi amor, mi macho ¡Venga, venga, valiente, macho mío; que eres el tío más macho del mundo, mi amor
    
    Sandra estaba desmelenada, enteramente salida, loca perdida de pasional, sensual, deseo; ascua encendida en ansias por su amado hermano; su hombre y marido; su macho y garañón. Así que, si las masculinas caderas, impulsadas por la pelvis, se movían adelante-atrás a casi velocidad de vértigo, las de Sandra en absoluto se quedaban atrás, avanzando y ...
    ... retrocediendo como pistón bien engrasado, poniendo el alma en disfrutar ella misma y hacer que su hermano, su hombre y marido, su macho y garañón, disfrutara como en su vida antes lo hiciera; como sólo ella podría ya hacerle disfrutar. Por ello, el ritmo de sus tremendos arreones iba perfectamente sincronizado con los más que contundentes enviones con que él la regalaba, como si ambas pelvis, ambas caderas no fueran sino partes, piezas, de una máquina perfectamente ajustada al máximo de su precisión, que al unísono avanzaban hacia adelante para al segundo, conjuntamente, replegarse hacia atrás
    
    Daniel, con todo aquello, vivía como en una nube; casi, casi que sin acabar de creerse que tanta dicha, tanta felicidad fuera cierta y posible, en tanto Sandra sólo vivía para el momento; para esos instantes de suprema dicha y felicidad, sin para nada existir entonces para ella ni el futuro ni el pasado… Para ella, entonces, sola y únicamente existía el presente… Un presente estático, perenne e interminable. Era como si el mundo, el tiempo, se hubiere detenido a su alrededor y sólo existieran ellos dos y su inmenso amor, por fin satisfecho de una vez por todas; esa tarde, la noche que a continuación vendría y todas, todas las tardes, noches y mañanas que en el tiempo se irían sucediendo
    
    ¡Aaggg! ¡Aaggg! ¡Qué feliz, qué dichosa, me haces maridito; hermanito mío! ¡Me vuelves loca, amor; amorcito mío! ¡Me matas, vidita mía; me matas de placer, de dicha, de felicidad! ¡Y yo me muero; me muero de ...
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