1. Negocio de familia


    Fecha: 12/02/2020, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... tenía, y lo mucho que podía cobrar por el especial servicio que yo ofrecía, no hubo ya discusión: perdí la virginidad de mi cola unas diez veces, o eso al menos les hizo creer mamá a cada uno de los clientes que, deseosos de tener una nenita trans ‘sin estrenar’, como yo, pagaron un buen billete por cumplir su fantasía. Por eso ni siquiera repeló cuando le dije lo que costaban las hormonas que necesitaba tomar.
    
    Finalmente llegó ‘mi novio’, el tipo aquel que mencionara mi hermana en la mañana, y subimos a mi cuarto.
    
    Aunque definitivamente no era mi tipo, era agradable estar con él: ni joven ni viejo, ni alto ni chaparro, ni gordo ni flaco, ni feo ni guapo, y el tamaño de su verga era el justo para mí, es decir, ni grande ni pequeña, porque pequeñas no me saben a nada, y muy grandes duelen muchísimo, pues mi ano no es capaz de dilatarse como un coño.
    
    Tras una breve plática de esto y aquello, en que intenté sonreírle todo el tiempo y reírme de sus malos chistes, tal como mamá me recomendara, se la chupé un rato, luego él me la quiso chupar a mí, y la verdad que lo hacía muy bien, me gustaba como me la mamaba, y, como de costumbre, me puse para él en cuatro sobre la cama y me entró por atrás.
    
    Lo tenía atrás de mí, dándome duro por el culo, sus manos sujetándome bien por la cadera, y me daba de besos en la espalda, la nuca, detrás de las orejas... y yo gemía como gata, o como perra, excitándolo más, que creyera que de verdad era la mejor cojida que me habían dado en ...
    ... la vida, para que se fuera bien satisfecho y siguiera pagando bien.
    
    --¿Me dejas metértela sin condón? --me preguntó, susurrándome al oído.
    
    --Ay, no, perdona, pero es que son las reglas, ya sabes, por tu seguridad y la mía.
    
    --Pero si ya me conoces, ándale, te quiero preñar --decía, con su verga dentro de mí, jadeante, sudoroso, deseoso en verdad de hacer lo que me decía.
    
    --Ay, no, perdona, qué más quisiera yo, pero es que no se puede... vente como siempre, ¿vale? --le dije yo, y miré instintivamente el botón en la cabecera, el de la alarma que haría que Héctor con sus casi cien kilos de peso y uno ochenta subiera corriendo las escaleras y entrara al cuarto en caso de problemas.
    
    Por fortuna, no hubo necesidad.
    
    --Sí, okey, perdona... es que me encantas... en serio...
    
    --Tú también me gustas mucho, me encanta que vengas, eres tan lindo --le dije, y, para cerciorarme de que no se fuera molesto, me volví lo más que pude y le di un besito en la boca.
    
    Aquello le gustó, y me dio mucho más duro, me taladró con ganas y finalmente, dentro del condón, terminó.
    
    Era la regla de oro, no dejar nunca que te la metan sin condón, porque una nunca sabe, nunca nunca, por más decentes y limpiecitos que se vean, o lo mucho que te juren que no tienen nada... Sólo a Héctor lo dejaba entrarme a pelo, y me gustaba que deslechara dentro de mí, que dejara su calientito jugo de hombre en mi recto, o hasta a veces tragarme en un oral toda su leche.
    
    El tipo al fin se levantó, se ...
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