Gitanita de fuego, con todo el fuego del despertar sexual
Fecha: 13/02/2020,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos
... de actuar, como si lo tuviera todo estratégicamente planificado, la dejé hurgar en mi calzoncillo buscando el objeto de su deseo.
—¡Qué grande! ¿Me entrará? —Más coqueteo que susto— Mi hermano no la tiene tan grande, tampoco el marido de mi prima, porque una vez los espiamos con mi hermana cuando estaban teniendo sexo. ¿Podemos probar? ¡Porfa, no aguanto más!
Improvisamos una especie de colchón esparciendo la ropa para lavar, ella se levantó la falda, y se tendió esperándome, así había visto a su prima teniendo sexo con el marido.
Sin gran experiencia de cómo iniciarla en el camino del sexo, apliqué lo aprendido de doña Simona, esa mujer cuarentona que me estrenó como macho, hice como me había indicado. La fui acariciando despacio, pues, aunque era todo un fuego interior no dejaba de ser una jovencita que nunca había tenido sexo, tratando que fuera del mejor modo, con el máximo placer y menos traumático, así me habían aleccionado doña Simona cuando me escurría a su casa, una vez a la semana, tan pronto su marido salía de viaje.
Caricias y besos, le saqué la falda y la bombacha, y descubrí el nutrido vello negro que rodea la raja juvenil, era el momento de pasear mis dedos sobre los pendejos enrulados. Me llenaba los ojos de esa mata negra que bordeaba el sexo de Zeyda, que aún hoy, luego de cuatro décadas, tengo grabada en mi retina y hasta puedo sentir el delicioso aroma que esparcían sus jugos y me llenaba el alma de mariposas. Abrí los labios vaginales para ...
... ver la abertura secreta de la hembra, sería mi primera mujer virgen, yo su primer hombre, es una condecoración en el pecho del macho, ser el primero en entrar, en abrirle el camino de niña a mujer, es un momento que deja huellas, un instante que dura una vida.
Se me ofrece como breva madura, al miembro que busca en sus entrañas, agarrada a mis hombros ayuda a la desarmonía de tamaños. Voy despacio, todo lo despacio que mi calentura me permite. Grita y putea, llora y pide:
—¡Entra, entra, entra!! Entra de una vez, ¡empuja, empujaaaa!
En un instante de lucidez, pienso en las consecuencias y aflojo la penetración. Saco la cabeza, que es lo único que pude entrarle. Vuelve a vociferar y putear. Busqué calmarla, hice la épica de lamerle la rajita, arrodillado ante la mata de vello levemente enrulado, lamiendo entre los labios y el botón hasta calmarla, intentaba hacerla venirse, pero nada servía. Lejos de calmarla solo conseguí atizar el deseo, avivar la calentura y exacerbar la lujuria que bullía dentro de este capullo a punto de florecer.
—¡Ahg! Ahg! Ahhhhh!...
No me desagradó lamer como suponía, al contrario, fue una sensación bonita, dulzón al inicio, salado al final, sabía a deseo. Frotada contra mi boca, jadea en continuado hasta estrenarse en un generoso orgasmo, largo y glorioso. Exhausta, reía sin sentido, flotaba, tiembla, tirita, el cuerpo era como una muñeca de trapo, se deja ir en mis brazos, creo que al borde de perder el sentido. Las sensaciones pueden ...