Ya soy el puto del equipo (VI)
Fecha: 17/02/2020,
Categorías:
Lesbianas
Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
... primer tiempo Calvero metió el tercer gol, como nos dijo el entrenador fue en el minuto 42. El resto fue fácil. Mis compañeros se portaron bien conmigo, no dejaron que nadie llegara al área chica. No hubo felicitaciones para mí, ni las merecía. Abelardo y Calvero se llevaron nuestros abrazos y besos. En ese momento solo se pensaba en abrazar, besar y sonreír. Mis compañeros estaban cansados y el entrenador no paraba de animar e instruir.
Antes de volver a salir, el ínter me habló unos segundos, me dijo:
— Ahora están instruidos intentarán pasar, llegar y echarte la pelota a ras de los pies, pero no te fíes, puede venir alguna de largo por alto. Confío en ti.
— Ok, Gunnar, —le dije sonriendo y me sonrió, pues ambos pensamos que ganas este partido y volver a realizar la hazaña del día del entrenamiento era lo mismo. Yo lo deseaba y él lo sabía.
Salimos al campo. Tuvieron su oportunidad, capturé dos veces la pelota desde los pies de dos enemigos y un tiro largo que para mí no fue problema. Me dolía el costado, pero no quise quejarme ni decir nada, sabía que era el golpe que di en una captura y que eso se pasa. Abelardo volvió a marcar y estañábamos 0-4. Las gradas bullían y hasta los partidarios del Ventura abucheaban a su equipo y aplaudían nuestras jugadas. Así, sin pensarlo nadie, yo observaba la pelota y vi que íbamos a por el quinto gol; en efecto, todo estaba preparado con una sucesión de jugadas desde medio campo y un servicio de Calvero a Abelardo y de este ...
... a Jiménez que pateó genialmente a través de dos contrarios desorientados que quitaban la visión del su propio guardameta y ocurrió lo que nadie imaginaba: Jiménez marcó gol suave y certero hasta el fondo de la red. El campo se convirtió en el delirium tremens. Luego llegaron algunas pelotas a mi área, pero sin fuerza, sin engaño y las zanjé unas yo y los defensas despejaron otras. No metimos más goles porque a una señal del míster nos replegamos a defender. Se formó tal barrera que solo tuve que parar tres tiros elevados. Esta era la única esperanza de nuestros enemigos. Me llené de soberbia, porque los tiros de mis paradas iban directamente a puerta y todos aplaudían y vitoreaban.
Cuando nos íbamos camino del vestuario, Calvero se me acercó y me dijo:
— En el campo me la has puesto muy dura, ¿cuándo lo remediamos?
Sin darme cuenta le dije:
— Háblalo con Abelardo, que él lleva mi agenda.
Se fue corriendo adelante que estaba Abelardo y entonces me di cuenta de la animalada que había dicho, pero ya estaba hecho. A eso se pone remedio pagando las consecuencias.
Cuando entré al vestuario junto al entrenador, Abelardo se me acercó para saber si le había dicho a Calvero que necesitaba mi permiso y un poco para decirme que fuera prudente. Me disculpé y me dijo:
— Tengo prisa para llegar a casa, mi padre me ha amenazado si no estoy para cuando lleguen mis abuelos. Calvero te esperará y te ayudará, míralo allá. Llámalo y recogéis entre los dos las cosas.
— ¿A ...