1. Ya soy el puto del equipo (VI)


    Fecha: 17/02/2020, Categorías: Lesbianas Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... qué puede amenazarte tu padre?
    
    — Ya te contaré a la noche, —dijo, y se fue corriendo sin cambiarse de ropa.
    
    Entonces me acordé que a la noche teníamos cena y que el míster ya le había recordado. Gunnar se vino donde mí y me dijo que se marchaba que yo cerrara al acabar, me dio la llave con el silbato y la cadena, la puse en mi cuello colgando y miré a Calvero para llamarlo, se vino a donde yo estaba y me besó, metí lengua y él también; nadie notó nada porque todos nos saludábamos, jamás me habían besado tanto mis compañeros como ese día. Luego le dije a Calvero:
    
    — No te duches, tengo la llave del míster, cuando acabe todo este jolgorio vienes conmigo a recoger las cosas, luego te pago tu petición, que me has calentado. Me besó y le metí lengua, él también, creo que nadie se dio cuenta y si se dieron, nadie dijo nada ni en ese momento ni en otro. Creo que había mucha alegría por haber metido cinco goles justamente al que se consideraba imbatible.
    
    Me entretuve hablando con algunos mientras se desvestían o entraban a la ducha o se vestían. Sabiendo ellos que tengo que recoger todo no se extrañaban de que yo aún no me duchara, era algo habitual. Esto me servía para ver culos, pollas, pechos y en definitiva cuerpos atléticos, e iba calibrando tamaños, volúmenes. Los que mantenían larga conversación conmigo mientras se desvestían y luego quedaban desnudos contándome algo, eran posibles candidatos con los que intentar algo o insinuarse.
    
    Se iban y cada uno se despedía ...
    ... de mí, mientras yo iba recogiendo toallas, medias, calzoncillos. Estaba seguro que, como siempre, nadie iba a reclamar lo que se había dejado, pero no iba a quedarse por el suelo. Yo lo iba poniendo en una bolsa que llevaba a una lavandería y me lo devolvían planchado para empaquetarlo y mandarla a una casa de asistencia de pares, de lo que se encargaba mi taita. Sábados recogía tras el partido todo lo abandonado, esperaba a miércoles para reclamos y luego a la lavandería. Si algún despistado reclamaba después le explica y nadie se quejaba. Para su consuelo les decía: «Se ha ido a los pobres».
    
    Para mi sorpresa, me quedé solo y cuando iba a salir al banquillo de los dos equipos, ya venía Calvero con todo en sus brazos llenos de prendas. Todo asombrado, me dice
    
    — ¿Siempre es así?
    
    — Los sábados sí, se van con sus novias y se dejan todo ahí, tienen prisa, le contesté mostrándole la bolsa que había recogido del vestuario.
    
    Le pregunté si había pasado por el banquillo del Local y me dijo que no, pero corrió y trajo más cosas que pusimos en bolsas. Entonces me preguntó:
    
    — ¿Qué haces con esto o dónde lo llevas?, ¿es para tus hermanos?
    
    — No, es para los pobres, —respondí explicando lo que hago.
    
    Entonces fui a cerrar el vestuario y me desnudé. Me miró, abrió desmesuradamente sus ojos y dijo:
    
    — Pero, ¡oh, Dios mío, qué cuerpo! ¿Cómo lo has conseguido?, —preguntó.
    
    — Déjate de historias, y vamos a lo nuestro.
    
    Le dije que se tumbara sobre la esterilla, lo hizo, ...