1. Heil mama (Cap. 3)


    Fecha: 22/02/2020, Categorías: Incesto Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... conjunto estaba hecho para una hembra de pechos grandes y caderas anchas. Para una mujer como mi madre.
    
    Pero era imposible. No podían ser suyos. ¿Por qué iba a tener una viuda decente y cristiana como mamá esa lencería? ¿Para ir al mercado? Quizá se lo había regalado su hermana. La tía Merche era de las que regalan vibradores en las despedidas de soltera. Pero si estaban puestas a secar era porque mi madre las había lavado, y si las había lavado era porque... ¡Se las había puesto! Alejar de mi pensamiento la imagen de mi madre llevando esa lencería fue lo más difícil que he hecho nunca. Salí del baño y me senté un momento en la cama de matrimonio, bajo la severidad del oscuro crucifijo. También estaba el cambio en su peinado, sutil pero llamativo. ¿Y si se veía con alguien? Imposible. Si comenzase a salir con un hombre su hijo sería el primero en saberlo. Mamá hacía las cosas como Dios manda, nunca a escondidas ni con disimulos.
    
    Me sobresalté al escuchar ruido en el pasillo. Era Merche saliendo del baño y entrando en su dormitorio. No me apetecía encontrarme con ella, así que me deslicé en silencio hasta mi habitación y cerré la puerta. Me senté en la cama y de nuevo eché en falta el póster de Claudia Schiffer. Ah, sí, la noche anterior me había corrido encima y lo había tirado a la basura, justo después de haber espiado a mi madre mientras dormía y haberme tocado sin apenas darme cuenta. ¿Y si hubiese llevado puesta esa lencería negra en lugar del camisón? No, las ...
    ... mujeres no se ponen esas cosas para dormir, se las ponen para... ¡Me cago en la puta! Di un puñetazo en la cama y me froté mi rapada cabeza, nervioso. Tenía que relajarme. Saqué ropa limpia de mi armario y fui a darme una ducha. Escuché el sonido de un secador de pelo en la habitación de mi tía.
    
    Cerré los ojos y dejé que el agua caliente hiciese su trabajo, relajando mis músculos y mis nervios. Seguro que no pasaba nada. ¿Y qué si mamá se peinaba de forma distinta? ¿Y qué si tenía algo de lencería picante? Seguro que se la había regalado la fresca de su hermana y se la había puesto una vez para no hacerle el feo, y se desharía de ella en cuanto mi tía se marchase. Abrí los ojos y casi me caigo de culo. No estaba solo. Justo delante de mí, de pie en la bañera, me miraba con la cabeza un poco ladeada una rubia de metro ochenta, con una espesa melena rubia y un cuerpazo imponente, vestida solo con un bikini blanco. Era Claudia Schiffer.
    
    —¡Heil, Paco! —exclamó, sonriente.
    
    Tranquilos, no es que de pronto esto se haya convertido en un relato de ciencia ficción. Puede que no haya mencionado que cuando se me iba mucho la olla a veces alucinaba. Era algo que comenzó a pasarme poco después de morir mi padre, aunque nunca se lo había contado a nadie para que no me llevasen a un loquero. Por suerte solo me pasaba cuando estaba solo, y aunque las primeras veces me asustaba de cojones había aprendido a lidiar con ello. Tal vez ya sospechasteis algo cuando el póster de la susodicha ...
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