1. Los crímenes de Laura: Capítulo decimoctavo


    Fecha: 28/02/2020, Categorías: Incesto Autor: Silvade, Fuente: CuentoRelatos

    ... circulando por la autovía, regresaron a la ciudad. El juez continuaba mirando por la ventanilla esperanzado, reconociendo las calles por las que era transportado como prisionero. Hugo tomó el nuevo bulevar que circundaba la ciudad y avanzó tranquilo, respetando el tráfico. Si le ponía nervioso llevar a dos personas secuestradas en la parte trasera de la furgoneta, no lo demostraba. Y eso a Alonso también le inquietaba, porque estaba convencido de que el muchacho al que una vez condenara a las manos de un hombre horrible no tenía nada que perder. Y quien no tiene nada que perder es un enemigo peligroso.
    
    Tras tomar una amplia rotonda, se desviaron por una vía de servicio y de ésta, dejando atrás el tanatorio municipal, entraron en una sinuosa carretera secundaria que terminaba abruptamente frente a las puertas del cementerio antiguo. Hugo detuvo la furgoneta en un gran aparcamiento junto a un pequeño grupo de vehículos que ya estaban allí estacionados.
    
    -Voy a desatarle –dijo Hugo mirando entre los asientos delanteros-. Pero debe saber que si sospecho que intenta algo, le dispararé. Vamos a entrar al cementerio, usted, yo y el señor Perea. Si intenta alertar a alguien también le dispararé, y entonces me veré obligado a matar a quienquiera que pueda delatarme. Así que le aconsejo que sea obediente. ¿Me ha comprendido?
    
    Alonso asintió con la cabeza. Hugo salió del vehículo y abrió la portezuela lateral. Sacó el cuchillo que guardaba en la chaqueta y cortó con él la cinta ...
    ... adhesiva que inmovilizaba a su prisionero.
    
    -Le estoy apuntando con el revólver. –Hugo sacó el arma del bolsillo de la cazadora lo suficiente como para que el juez comprobara que era cierto-. Así que cuidadito. Baje. Abra el portón trasero. Muy bien, coja la silla y despliéguela.
    
    El juez siguió las instrucciones de Hugo intentando buscar un resquicio por el que escapar, pero sabía que aquello era imposible, por lo menos por el momento. Cuando estuvo lista, Hugo le obligó a entrar de nuevo en la furgoneta para sacar al anciano demente y sentarlo en la silla. El pobre hombre, ajeno por completo a la vorágine que le rodeaba, y seguramente debido al traqueteo del viaje por carretera, se había quedado dormido plácidamente.
    
    -Volvemos a encontrarnos, señor Perea –le dijo el juez al antiguo fiscal mientras le obligaba a incorporarse para bajar del furgón-. Lamento que tenga que ser bajo estas circunstancias.
    
    Arturo Alonso acomodó al anciano en la silla de ruedas y lo arropó con la manta cuando Hugo se lo indicó. Después, se puso tras él, y empezó a empujarle hacia la puerta del camposanto. Cuando atravesaron las verjas abiertas, el guarda jurado que estaba allí apostado les dirigió una mirada aburrida, pero el juez no fue capaz de transmitirle ningún mensaje sin arriesgarse a que Hugo abriera fuego contra ambos. Iban caminando a paso tranquilo entre las hileras de nichos, Alonso y Perea delante, y Hugo a unos pasos por detrás, siempre vigilante, indicando el camino a seguir ...
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