Corneado, enculado, dominado y humillado
Fecha: 02/03/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Tothem, Fuente: CuentoRelatos
... placer acompañarte – dijo uno de ellos.
Felipe observaba como su mujer ultimaba los últimos retoques a su figura, se había puesto un vestido negro ceñido que marcaba su cuerpo; debajo llevaba un tanga de hilo con transparencias delanteras a juego con un sostén también con transparencias. Sus muslos asomaban portentosos, recios, como si de las columnas del Capitolio se trataran.
–Se te ve algo ausente, Felipe, las otras veces en los intercambios se te veía más enérgico, ¿quizá sea por esa sensación que creas una humillación ver como estoy con otro? – dijo Loli.
– No, estoy libre de estos perjuicios morales, hemos hecho intercambios y es un poco de lo mismo.
El instinto de hombre de éxito de Felipe le había enseñado, que una reputación se construye sobre los modales tanto como los hechos meritorios. Y sentía que su reacción frente a su mujer no estaba a la altura.
– Una cosa puedo decirte: ninguno del grupo se ha librado de ver la escena de su mujer con otro, y yo por mi parte no voy a ser menos.
En su integridad de amante era fuerte, pero ahora comprendía que una reserva cortes e impenetrable hubiera sido más útil para su reputación marital. Por otra parte, se admitía a si mismo que era difícil preservar la reputación de uno cuando un intruso sin más dilación estaba por poner la mano y más cosas a su mujer. El tono de advertencia de sus amigos había sido tan ácido como para provocar incertidumbre.
Al iniciar de inmediato junto con su mujer el recorrido ...
... hasta el local. No acostumbrado como los cornudos a examinar de cerca su corneador se sintió algo impactado.
Al entrar en el local, a través de las luces de colores pudo ver las parejas que bailaban, en una parte de la barra estaba su amigo, algo más alejados solitarios hombres nervudos, mulatos, de aspecto chulesco.
– Veo que has venido y ella por lo que veo ya va por libre… incluso te he buscado un jamelgo para esta noche, el cual ya veo que está en señal de alerta cuando os ha visto entrar.
Felipe, con aprobatorios a través de los destellos de luces observaba la opulencia y la chulería del chico en cuestión: mulato de considerable envergadura, pisaba el suelo con sigilo y pesadez al mismo tiempo que se dirigía hacía su mujer; sus dientes brillantes y su aspecto general correspondían al de un felino en pleno ronroneo. De el emanaba un cierto aire indescriptible: el aire común de los que viven en el vicio. No acostumbrado, como los cornudos, a examinar de cerca a sus corneadores, Felipe se sintió impactado
– Ahí lo tienes, Felipe; ¿cohibido?
– No, para nada, solo estaba algo ausente, veremos que nos depara la noche… – dijo Felipe.
– Entonces te dejo, no tardará en acercarse el chaval, no tienen ningún rubor, están acostumbrados. Bueno, que te sea leve y llevadero – dijo en tono sarcástico.
– No te preocupes, son sensaciones potentes, creo, vamos…
– Ah, se me olvidaba, pide asistente.
– ¿Cómo?
– Sí, lo que se dice un mamporrero, les gusta regodearse ...