-
Mi jefe, el pizzero
Fecha: 21/03/2020, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... todo el deseo y la lujuria que habíamos acumulado estas semanas trabajando juntos. Noté la cabeza de su capullo en la entrada, apretando. Suspiré. Mientras mi jefe empujaba lentamente su tranca dentro de mí, nuestros labios apenas se rozaban, nuestras narices muy juntas, nuestras miradas cruzadas. Su aliento en mi boca me enloquecía, haciendo que yo mismo dejara caer mi peso sobre su polla. Lo cierto es que me estaba doliendo porque hacía mucho tiempo que nadie me la metía, pero lo soporté porque no había nada que deseara más en aquél momento. Una vez hubo entrado la cabeza, el resto tan solo fue deslizándose en mi interior despacio. Me ardían las nalgas, notaba cómo mi ano se estaba acomodando al tamaño de su polla y creía que no iba a aguantar el dolor. Carlo se dio cuenta, debido a mis gemidos y mis muecas de dolor, y comenzó a besarme y a acariciarme todo el cuerpo, a fin de que no reparase en la molestia mientras mi culo terminaba de habituarse a él. Sin embargo, Carlo no fue capaz de esperar a que el dolor se disipara. Poco a poco empezó a mover las caderas de delante hacia atrás, despacio, mientras con sus manos sobre mi cintura me atraía hacia sí. Yo solté un ruidoso gemido que Carlo acalló besándome en los morros. Empezó así un suave vaivén, metiéndome la polla poco a poco, tan sólo uno o dos centímetros cada vez, mientras yo enloquecía al notarla, caliente y palpitante, ensanchar las paredes de mi culo. Yo estaba abrazado a él, mis brazos alrededor de su cuello y ...
... mis piernas haciendo pinza en su cintura. Así, tan pegado como estábamos, mi polla quedaba aprisionada contra su barriga y con cada embestida que él me daba, yo enloquecía de placer. Entonces empecé a moverme yo también sobre él, dándole a entender que estaba preparado para que me follara de verdad. Carlo entendió perfectamente el mensaje. Se sentó un poco más al filo del váter y comenzó a embestirme desde abajo, a la vez que tiraba de mí hacía sí con ímpetu. Notaba su polla penetrándome profundamente, más adentro cada vez, húmeda y ardiendo. Notaba mi propio rabo, empapado en pre-semen, frotarse contra el vello de su torso. Y notaba su lengua recorriendo mi cuello, mi oreja, mis labios… Estaba a mil. Y él también, a juzgar por cómo su polla lubricaba mi culo sin parar, facilitando cada vez más su follada. Yo gritaba cada vez que me embestía y él no paraba de gemir como un toro, mirándome a los ojos y mordiéndose el labio inferior. Los dos sudábamos, abrazándonos y sintiendo cómo nuestras pieles resbalaban, buscando el máximo contacto posible. Estuvimos así unos cinco minutos y le susurré al oído que iba a correrme. Él se detuvo, me sacó la polla y se puso en pie. Con rudeza, demostrando quién mandaba, me colocó sobre el váter, bocarriba, mirándolo, y levantando mis piernas volvió a metérmela hasta el fondo. Yo estaba muy incómodo, pero el placer que sentía al tener su polla dentro me hacía olvidar todo lo demás. Desde esa postura podía ver todo su torso peludo, su barriga, su ...