Anita de tus deseos (capitulo 11)
Fecha: 25/03/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos
Hacía frío, pero en el interior del maletero no lo notaba pese a estar desnuda. Llevaba las manos sujetas a la espalda con unas muñequeras de cuero, un collar en el cuello con una correa, y en los pies, papá me había puesto unos zapatos abiertos con un tacón casi imposible. Habíamos salido así de casa, pero papá antes de arrancar el coche, me arropó con una manta.
No sé cuánto estuve en el maletero mientras el coche circulaba, pero se me hizo muy largo: papá no me había dicho nada. Cómo antes de salir me limpio internamente cómo cuándo fuimos a casa de su amigo, supuse que íbamos al mismo sitio: me equivoqué. El vehículo paró y arrancó varias veces y supuse que habíamos salido de la carretera y estábamos en una zona urbana. Finalmente, paramos, oí el claxon dos veces seguidas y una puerta mecánica que se abría. La certeza de que lo que me fuera a ocurrir era inminente hizo que mi deseo se disparara.
Cuándo regresamos del camping del pirineo, lo hice con las pilas cargadas y adorando a papá mucho más que antes, si eso fuera posible. Incluso llegué a olvidar que una zorra asiática se la había chupado y que luego la había follado delante de mi cara. Lo que de alguna manera me reconfortaba, fue que su esperma me lo ofreció a mí.
De todo eso hacía ya tres meses, y en ese periodo noté cómo su grado de violencia había ido aumentando de una manera casi imperceptible pero constante.
Lo había ido aceptando sin ningún problema. De hecho, todo lo que provenía de ...
... papá lo aceptaba sin rechistar. Los azotes con la mano eran ya habituales, y los tirones del pelo y los pellizcos en los pezones también. Y me gustaba, me llevaba a otro tipo de placer que complementaba al sexual porque papá nunca los separaba: uno iba en función del otro, al menos, hasta ese momento.
El coche se detuvo definitivamente y papá se bajó mientras le oía hablar amigablemente con otras personas. Finalmente, se abrió el maletero y papá, después de coger la correa me ayudo a bajar. Había cinco desconocidos que, mientras permanecía de pie, me miraron detenidamente de arriba abajo mientras los pezones se ponían duros cómo piedra por el frío. Sin duda tenía que darles placer y disfrutar yo también, porque así me lo había dicho papá antes de salir de casa: quería que me corriese con normalidad.
—¡Joder tío! Menudo pibón, —dijo uno de ellos.
—Ya te digo, —añadió otro.
—Así, sin probarla, te la compro, —dijo otro más riendo con acento extranjero.
—No seas animal: cómo te va a vender a su hija.
—¡Coño! Pues yo he visto cosas más raras, —insistió el extranjero.
—Pues eso no lo vas a ver Emil, —afirmó papá riendo.
—Pues alquílamela tío, —dijo Emil pasándome un dedo por la vagina. Después se metió el dedo en la boca saboreándolo—. ¡Joder! Si sabe hasta bien.
Todos soltaron una sonora carcajada, mientras yo empezaba a tiritar por el frío de la calle. Aun así, empezaba a sentir cierta excitación con la situación. Desnuda en la calle y rodeada de ...