Anita de tus deseos (capitulo 11)
Fecha: 25/03/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: cleversex, Fuente: CuentoRelatos
... desconocidos.
—¡Joder tío, eres la hostia! —dijo otro sin dejar de reír.
—Vamos para dentro a ver si la chica se va a resfriar, —dijo otro cogiendo la correa de manos de mi padre. Tirando de ella, me condujo al interior de la puerta mientras Emil me sobaba el trasero.
—Sí, sí, vamos.
—Tenemos que hablar de esto, —insistía Emil ante la indiferencia de papá—. Hace muchos años que somos amigos…
—Así es Emil, pero te aseguro que mi hija, jamás va a estar a solas contigo, y sabes el porqué: no insistas.
—Venga tío, ya sé que alguna vez se me ha ido la mano.
—Alguna vez no: varias veces. Y tengamos la fiesta en paz.
—Vamos Emil, déjalo ya, —dijo otro mientras me abrazaba y me olía el cuello—. No empieces a joder la pava tan pronto.
—¡Joder! Es que no sé por qué no me la puede dejar a mi solo: seguro que a vosotros si os la deja, —la conversación me estaba poniendo muy excitada, aunque me aterrorizaba la idea de terminar en manos del tal Emil.
—A lo mejor es porque cuándo Edu te prestó a su mujer, terminó en un hospital. Por eso dejó de venir.
—Y tuviste suerte…
—Coño, que pagué todos los gastos… —se defendió Emil.
—¡Nos ha jodido! Tuvieron que reconstruirla un pezón, y la verdad es que no sé cómo no te denunció.
—A ver, que aquí todos tenemos cosas que callarnos, —dijo Emil—. No soy el único…
—Vale tío: se ha acabado, —le interrumpió papá de mala manera—. Que te quede una cosa clara: Anita nunca va a estar a solas contigo, y si ...
... continúas insistiendo, cojo y me la llevo. No ha sido una buena idea avisarte.
—¡Eh, eh! Tenemos un acuerdo…
—Pues ya no estoy muy seguro de ese acuerdo… y dejemos el tema ya.
—Sí, dejémoslo ya: hemos venido para conocer a Anita, no a discutir.
Emil se empezó a quitar la ropa de mala gana tirando la al suelo. Inmediatamente, una mujer desnuda, con un sobrepeso evidente y con el cuerpo lleno de moratones apareció de improviso y se puso a recogerla. No sé de dónde salió. Miré a mi alrededor y vi que había otras cuatro mujeres más arrodillados y desnudas a mi espalda. Posteriormente, descubrí que una de ellas era en realidad transexual.
Emil me agarró por el brazo, me hizo arrodillar y sin más me metió su patética polla en la boca. Patética es la forma adecuada para describirla. Era fina y en erección no llegaría a los ocho o nueve centímetros. Era cómo tener un chicle en la boca, y por más que lo intenté, no hubo manera de que se le pusiera dura. Entonces llamó a la gorda y cuándo estuvo junto a él, empezó a abofetearla. Instantes después, el pingajillo empezó a reaccionar y tuve la certeza de que si papá no hubiera estado allí, sería yo la que recibiría las bofetadas. Pasó el tiempo y no había manera de que se corriese y los demás empezaron a meterle prisa. Finalmente, propino tal bofetón a la gorda que la tiró al suelo.
—Fuera de aquí puta: no vales para nada, —dijo dándome un empujón y tirándome también al suelo.
Papá, que se había sentado en un sillón hizo ...