1. Follar a mi prima, un placer inesperado


    Fecha: 04/04/2020, Categorías: Hetero Autor: Luz Esmeralda, Fuente: CuentoRelatos

    ... mañana lo probé, tras encerrarme en mi cuarto para que nadie me molestara, durante al menos media hora, tiempo más que suficiente para alcanzar tres gloriosos orgasmos. Y lo mismo ocurrió los días sucesivos, en la intimidad de mi dormitorio, hasta que un día, por descuido, confianza o dejadez, ocurrió lo que jamás hubiera imaginado. A saber:
    
    Había colocado unos cuantos cojines encima de la almohada, conformando una especie de respaldo inclinado. Luego me recosté, apoyando la testa en el cabecero, abrí las piernas, flexionadas, y junté las plantas de los pies a la altura de las rodillas.
    
    ¿Por qué tanta parafernalia para masturbarme?
    
    Bueno, la idea era ver lo que ocurría en mi entrepierna cuando Goliat —así llamé a mi nuevo compañero de juegos; sus grandes dimensiones justificaban el nombre— deleitara mi zona genital guiado por mi mano.
    
    Empecé paseandola cabeza por los labios mayores y luego por los menores, antes de terminar estimulando el clítoris.
    
    ¡Coño!, me lo estaba pasando en grande cuando, sin avisar, ni ser anunciada o esperada, se abre la puerta y aparece mi prima Nuria tras ella, como si de una Aparición Mariana se tratara.
    
    Me vi a mí misma convertida en estatua de mármol, en un museo, con una placa de bronce en el pie donde podía leerse la siguiente leyenda: «La Masturbadora. Autor anónimo».
    
    «La situación no puede ser más violenta», me dije a mí misma, sin mover un solo músculo, sin parpadear, con los ojos clavados en los suyos, esperando a que ...
    ... dijera algo o se marchara por donde había venido; con Goliat en mis entrañas, inerte, manteniendo una dilatación que dejaba pocas dudas sobre mis intenciones.
    
    —Mira que eres cochina —soltó mi prima con todas las de la Ley—. ¿Te parece que son horas…?
    
    —¿Y tú?... ¿Nadie te ha enseñado que hay que llamar antes de entrar cuando una puerta está cerrada? —le reproché con el ceño fruncido.
    
    Enseguida me di cuenta de que mi pregunta estaba fuera de lugar. Claro, confiada en que estando en el piso de arriba mis abuelos, ya mayores, no iban a subir, olvidé cerrar la puerta como de costumbre, por si las moscas.
    
    —Por la cara de idiota que tienes, imagino que has olvidado que habíamos quedado… —Nuria hizo una pausa y miró su reloj— justo a esta hora.
    
    No pude precisar si mi cara era “de idiota”. Posiblemente ella tuviera razón. Lo que sí recuerdo es que, efectivamente, nos habíamos citado a las siete para ir de compras.
    
    —¿Y?... ¿Piensas quedarte así toda la tarde?
    
    —¡Joder, Nuria, no me metas prisa que… ya ves como estoy! —protesté haciendo pucheros, con los labios fruncidos—. Y no te atrevas a juzgarme, ¡guarrona!, que bien te estás recreando con las vistas.
    
    Jamás me había planteado que a mi prima le gustaran las mujeres, no había tenido razones para ello; no obstante, teniendo en cuenta su forma de mirarme el coño bien abierto, al tiempo que su respiración se tornaba entrecortada, sospeché que había un halo de esperanza.
    
    No, no soy lesbiana, debo aclarar, pero ...
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