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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... ordené. Pero la mantuve unos minutos lamiéndome, sobre todo los huevos, hasta que me di por satisfecho. La hice entrar en el coche, pues había decidido proseguir la fiesta en casa, pero al sentarse en el asiento reparé en la ingente cantidad de flujo que desprendía, así que no le permití mancharlo. Arrodíllate en el asiento, irás de espaldas hasta mi piso. No debía ir cómoda con las rodillas al filo del asiento y el culo expuesto, a pesar de permitirle agarrarse al reposacabezas, pues quería evitar que frenando se pegara una torta. Ahora sí la miraban otros vehículos, pues llamaba mucho más la atención, pero ella no podía verlo pues la obligué a cerrar los ojos para sentir mejor mis dedos acariciándole la charca que tenía por coño. Avísame para no correrte. Lo hizo en tres ocasiones, en que volví a dejarla con la miel en los labios. Al llegar al aparcamiento de mi edificio, utilicé uno de los dedos embadurnados de flujo para penetrar su ano. Entró con gran facilidad, mientras gemía con ganas. Metí un segundo. Ahora sí noté la estrechez del conducto, lo que también sintió ella pues aumentó el volumen de sus gemidos a la vez que movía las caderas buscando una penetración más profunda. Otra vez me detuve al acercarme a su orgasmo. Olí mis dedos, apestaban, así que se los tendí. Chupa. No se lo pensó dos veces, aunque al notar el sabor se detuvo un segundo, para sorber con ganas a continuación. Salimos del coche, cada uno por su puerta, pero no le permití ...
... vestirse. Aunque estuve a punto de no hacerlo, tomé su ropa. Cruzamos los veinte metros que nos separaban del ascensor con mis dedos acariciando su vagina desde detrás. Para facilitármelo, andaba con las piernas ligeramente abiertas, como si montara a caballo. Dentro del elevador, le di de beber dedos de nuevo. La paseé por todo el apartamento, mostrándole las dos habitaciones, el baño y la cocina, sin dejar de acariciarla. Me senté en el sofá y le ordené traerme una cerveza de la nevera mientras tomaba el mando de la tele. No se lo pedí, pero se arrodilló en el suelo antes de entregármela, gesto que me encantó. Así la tuve más de media hora, sin hacerle el más mínimo caso, hasta que le tendí la botella vacía para que la llevara de nuevo a la cocina. Repitió posición al volver, pero le ordené desnudarme. Me quitó la camisa, pantalón, zapatos y calcetines, pero no el bóxer pues es como suelo estar en casa. Le indiqué donde debía dejar la ropa sucia y volvió a mi vera. Alargué la mano y le acaricié los labios, que abrió por su debía chuparme los dedos, aunque no se lo ordené. Acaricié su barbilla, bajé a su cuello, sopesé los pechos, hinchados y duros, pellizcándole los pezones, mientras le decía lo guapa que estaba, dócil e indefensa. Una sonrisa de orgullo atravesó su semblante. -¿Estás excitada? –Mucho. Alargué la mano para llegar a sus labios inferiores. Seguía licuada. Los acaricié, así como su clítoris, pero poco tiempo. Volví a abandonarla un buen rato, hasta que ...