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Mosquita muerta
Fecha: 07/04/2020, Categorías: Gays Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... mano derecha del maromo sobándole el culo. A penas les dejé diez metros y salí tras ellos. Justo se acercaban a un coche blanco, cuando les alcancé. -Hola cariño, ya es hora de volver a casa. El tío me miró como si fuera un marciano, a la vez que trataba de sujetarla por la cintura cuando se dio cuenta que María avanzaba hacia mí. -No sé quién eres pero esta chica está conmigo. -No creo que esté contigo pues es mi mujer y he quedado con ella en recogerla aquí al acabar una cena de negocios. El tío nos miró a ambos, alternativamente. A María como a una puta, a mí como a su chulo, llegando a preguntarnos ¿de qué coño va esto? No respondí. Tomé a mi chica de la cintura y comenzamos a andar hacia nuestro coche. Le habíamos quitado el juguete a un hombre vulgar que pocas veces debía encamarse con mujeres como esta, así que bramó indignado: -Eres un cabrón. Y tú una puta, que se viste como una ramera y se deja sobar por cualquiera. Hijos de puta. Pero no nos detuvimos. Preferí preguntarle a mi mujer si se había vestido como una ramera y se había dejado sobar por aquel mierda. Sí, lo he hecho, he obedecido a mi hombre. Buena chica, respondí, metiendo la mano por debajo de la falda para notar su sexo empapado a pesar de hacerlo desde detrás. Al entrar en el coche le ordené abrirse la blusa completamente y sobarse las tetas mientras yo zambullía mis dedos en sus entrañas. Había tomado la fusta del asiento trasero y se la puse sobre los muslos, ...
... aumentando así su excitación. -Has estado a punto de follarte al madurito, eh. –Suspiraba. –Te hubiera gustado abrirte de piernas en su coche. Chupársela. Has estado a punto. -No respondía con palabras. Lo hacía con gemidos, hasta que le pregunté directamente. -¿Querías follártelo? ¿Qué te follara? -No –suspiró. -¿Entonces qué estabas haciendo? -Obedecerte. -Así que si te hubiera ordenado follártelo, ¿lo hubieras hecho? -Sí. -O sea que el tío tiene razón. Eres una puta, una ramera. -Soy lo que tú quieras. En ese momento me avisó de que iba a correrse, así que quité los dedos de sus entrañas y se lo prohibí. Aún no. Como tantas otras veces, un gemido lastimero me confirmó que me había obedecido. Circulé por la ciudad unos veinte minutos aunque antes le había atado las manos a la espalda para que no se tocara. Llevaba muchas horas caliente como una perra y temí que cualquier roce le provocara el orgasmo. Ahora el juego consistía en exhibirla desnuda, pues llevaba la blusa abierta, por lo que me acercaba a los pocos coches que circulaban por la ciudad a aquellas horas, mientras debía aguantar la fusta sobre sus muslos con las piernas completamente abiertas, para que se te ventile la calentura. El punto álgido llegó cuando nos detuvimos en un semáforo al lado del camión de las basuras. El conductor le dijo de todo incluido guapa, mientras avisaba al compañero, un moro uniformado en verde fluorescente encargado de acercar los contenedores al triturador ...