1. El secreto de Rita Culazzo (segunda parte)


    Fecha: 17/04/2020, Categorías: No Consentido Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos

    ... que son esas tetas! –exclamó Daniel al mismo tiempo que se asía fuertemente de las colosales ubres de mamá.
    
    –¡Y ese orto! –Agregó Lautaro dando un salto hacia adelante para aferrarse a esas tremendas nalgas desnudas, apenas decoradas con la casi inexistente tanga que la zorra se había incrustado en el medio del ojete–. Apuesto a que no te ponés estas bombachitas tan chiquitas para tu marido, ¿eh, putita?
    
    Mi madre sonrió en forma perversa y negó levemente con la cabeza justo antes de dejarse caer de rodillas contra el suelo para engullirse esos dos falos hasta lo más hondo de su garganta. Los mamó en forma alternada. Su lengua volaba sobre aquellos monstruos de carne. Su cabeza saltaba de una pija a otra como rabiosa.
    
    Daniel le arrancó la tanga y la empujó contra el sofá. Ella quedó boca arriba con las piernas levantadas, observando fascinada las notables vergas de sus sobrinos, que parecía que le hablaban. Su lengua asomó por entre sus labios y se deslizó sobre ellos con lujuriosa lentitud carmesí.
    
    Su concha comenzó a pulsar en forma elocuente –tan elocuente que podía ver yo claramente sus contracciones desde los diez metros que me separaban de la magnánima escena–, como respondiéndoles a las pijas de sus sobrinos. Pensé que ese particular diálogo cóncavo convexo no podía terminar de otra manera que con un violento acople, y así ocurrió, producto del colosal magnetismo de toda aquella ostensible voluptuosidad.
    
    Daniel fue el primero. El impetuoso joven penetró ...
    ... a mamá en forma bravía, como asestándole una puñalada en el medio de la concha. Ella gimió de placer. Rápidamente comenzó a serrucharla con saña, como si la estuviera castigando por ser tan puta, mientras Lautaro le ejecutaba un concierto para lengua y manos en las tetas. El ritmo del mete y saca los fue llevando de una posición a otra hasta que mamá quedó montada sobre su sobrino mayor, cabalgándole aquel cuarto de metro de palpitante montura. Fue allí cuando Lautaro aprovechó para colocarse detrás de su agraciada tía y encularla ferozmente mientras le jalaba el cabello con fuerza. El voraz orto de mi vieja se tragó el pedazo de carne de mi primo con la fuerza succionadora de una aspiradora de tierra.
    
    Allí estaba otra vez la señora Rita Culazzo, mi abnegada madre, con dos pijas clandestinas rellenando sus entrañas en forma simultánea; y allí estaba yo, otra vez oculto en las sombras, haciéndome tremenda paja mientras observaba la escena.
    
    El ritmo de culeo se hizo vertiginoso. Mis primos cada vez serruchaban con más ímpetu haciendo gala de toda su vitalidad juvenil. Mi madre recibía como yegua en celo, pletórica, pero no pasiva: arremetía culo y concha violentamente contra las pijas de sus sobrinos y parecía que se las iba a arrancar en el retorno de cada embestida.
    
    La puta empezó a dar fuertes gemidos. Temí que estos, sumado al sonido que producían las fuertes nalgadas que recibía cada vez con mayor frecuencia, pudieran despertar a mi padre. Si el cornudo hubiera ...
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