Risueña
Fecha: 13/05/2020,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: jaygatsby, Fuente: CuentoRelatos
... vibrador en forma de huevo que regaló un día pidiéndote que lo llevaras siempre encima. Nunca lo habías sacado del estuche que llevaba, escondido tras la cremallera de uno de los bolsillos del bolso, salvo en los días que él te lo había dicho y le entregabas el mando a distancia. O el día en que se había introducido en tu culo, sin advertirte antes de sus pretensiones, y tus uñas desgarraron las sábanas de la cama. La llama seguía tremolando y la voz del hombre que tenías delante se iba paulatinamente alejando, poco a poco, hasta parecer que se perdía en el mar que veías tras los ventanales. Hacía ya rato que no sonreías, absorta, pensando en él.
La pantalla del móvil que tenías al lado se iluminó. Tan solo una palabra y una dirección. Notaste como los pezones se te endurecían bajo el sujetador y tu sexo empezaba a mojarse. Dejaste la servilleta al lado del plato y te levantaste de la mesa. Te colocaste el abrigo mientras le decías al hombre que tenías delante, y que aún permanecía sentado al otro lado de la mesa, y mal iluminado por las velas que tenías que irte. Saliste deprisa del apartamento con el móvil en la mano para pedir un taxi. La suave brisa que siempre existe al lado del mar de golpeó el rostro. El taxi llegó y le diste la dirección que aún permanecía en la pantalla del teléfono. Esta seguía iluminada en mientras la sostenías en tu mano pero sabías perfectamente que ya no habría ninguna palabra más. La dirección correspondía a un edifico del Eixample de ...
... Barcelona. Un piso sin vistas más allá del otro lado de la calle. En mayúsculas, y sobre la dirección tan solo tres letras: “VEN”. Durante el trayecto aquella palabra resonaba en la cabeza aumentando de volumen en la misma medida en que crecía tu excitación mientras te acercabas al destino.
Sabías que tan solo llamar a la puerta esta se abriría sin hacerte esperar, con su dedo a punto para introducirse en tu interior y su mirada clavada en tus ojos. Intuías que más tarde, cuando el sexo dejara paso a las palabras, te echaría en cara el hecho de ir vestida con pantalones y jersey de cuello alto, dificultando que comprobara tu grado de humedad.
Después él te explicaría que hasta ese momento había estado tumbado en el sofá, con un gin tonic cargado a su lado y con la mano acariciando su sexo.
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El jersey de cuello alto en el suelo, en el recibidor del piso, al lado de aquella cajonera antigua que había. Los pantalones a los pies del cuadro del desnudo femenino que había en el pasillo. En el suelo también, y al lado de la mesa del comedor se acumulaba su ropa interior. Sujetador y bragas de color blanco, con encajes pero ni mucho menos eran de las más bonitas que tenía. Encima de la alfombra los zapatos y los calcetines al lado. Te había ido desnudado sin decir ni una palabra y tú ibas dejándote quitar la ropa, pieza a pieza, para ofrecerle tu cuerpo desnudo, sabiendo que él lo sabría complacer.
El salón era amplio, con un gran sofá en el ...