1. La historia de Ana (Capítulo 2)


    Fecha: 04/06/2020, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... Se los tironeé sin querer. Ella chilló.
    
    β€” No pares princesa. β€” le ordené. Y la princesa no paró.
    
    Las bolsas llenas de mercaderías nos rodeaban, como únicos testigos de la sumisión de Ana. Ese fue el día en que conocí su oscuro secreto, ella cedía fácilmente. Podría negarse en principio, pero una vez que se encontraba acorralada por una pija no había manera de que se negara.
    
    La constante estimulación en el glande hizo que acabara enseguida. Embriagado por mi poder recién adquirido, la obligué a que abriera la boca, y tiré dos chorros de semen, que fueron a parar a su lengua.
    
    Se fue al baño, a escupir el semen, y a lavarse la boca.
    
    β€” Ya está. Andáte por favor. β€” Dijo, suplicante. β€” No tenía ganas de estar con nadie hoy.
    
    β€” Ponete en bolas. β€” fue mi única respuesta.
    
    β€” No, por favor, no quiero. En unas horas vuelve Andrés.
    
    β€” Si no te ponés en bolas, te desnudo yo. β€” Dije, implacable.
    
    Ana me miró con resignación. Por lo visto no pasaba por su cabeza pedir a gritos ayuda, lo que reafirmó mi convicción de que en realidad sí quería hacerlo.
    
    Me acerqué a ella, la agarré de la muñeca, y la llevé hasta su cuarto.
    
    Le arranqué las ropas una a una. Ella estaba muda. Cuando estuvo totalmente desnuda la tumbé boca arriba sobre el colchón. Me quité los pantalones. No me molesté en ponerme preservativos, quería sentir la humedad de su sexo en mi propia carne. Me puse encima de ella. Ana tenía la cabeza apoyada de costado sobre la almohada, mirando la pared. ...
    ... Su expresión era de una apatía desesperante. La penetré. Había cierta humedad en ella que negaba su actitud. La penetré de nuevo, ya enterrando la mitad del tronco. Su cara seguía fingiendo desinterés, pero su cuerpo se convulsionó. Hice otro movimiento pélvico, y se la enterré entera, de una sola vez. Sentí la presión de su sexo, mientras mi instrumento la perforaba hasta las profundidades. Ana gimió, sus ojos se abrieron, desorbitados, y miraron los míos.
    
    β€” Despacito por favor. Mas despacio. β€” rogó entre susurros.
    
    Como castigo por su actitud reacia, y por haberme hecho esperar tanto tiempo hasta el próximo polvo, se la metí con más fuerza, haciendo temblar la cama, al tiempo que Ana se hundía en el colchón al recibir semejante pijazo.
    
    β€” Por favor, despacio. β€” suplicó.
    
    β€” Me encanta que supliques. β€” le dije, dándole otro pijazo. β€” Dale, suplicame.
    
    β€” Por favor, no. β€” dijo Ana, y yo disminuí la intensidad sólo un poco. β€” Por favor, mas despacio. β€” repitió, una y otra vez. Entonces fui disminuyendo la potencia.
    
    Cuando le daba las últimas embestidas vi que sus ojos brillaban, y una lágrima se escapaba, deslizándose por el pómulo. Me dio mucha ternura. La abracé, besé su lágrima, y acabé adentro suyo.
    
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    Me pregunté reiteradas veces si me estaba volviendo loco. Y siempre la respuesta era un rotundo sí. Ana me enloquecía, me hacía hacer cosas que nunca haría con otra mujer. Y para contribuir más a mi locura, luego de aquella tarde de sexo, lejos de estar ...
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