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Noche de pasión en Lisboa (X): Escarmentando a Ana Maria
Fecha: 09/06/2020, Categorías: Gays Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
Lo prometido es deuda, y hay que pagarla. Le he prometido a Marta un risotto de setas para que las pruebe y me encuentro, con su permiso, en la cocina con las manos en los fogones. Cuando he llegado a la quinta, el viernes a primera hora de la tarde, Amália no lo había hecho todavía. Yo sabía que hasta media tarde no lo haría, pero estaba mi cuñada, que se había quedado toda la semana, haciéndose cargo del negocio con las setas que habíamos comenzado el sábado anterior. Después del preceptivo saludo, acompañado del habitual roce descarado de su pecho contra el mío, sabiendo que me ponía en el disparadero, me informó de cómo había ido la semana y de los progresos que habíamos conseguido. Habían salido dos camiones más, uno el martes y otro esa mañana, con dirección a Italia y ahora la recolección iba más lenta, ya que habíamos clareado bastante la población de setas y debíamos ir seleccionando los tamaños. Aun así teníamos muy buenas perspectivas. Terminada la charla con Ana María, me dirigí a la cocina para saludar a Marta. Al llegar me informó de que esa semana habían dado una batida contra los jabalíes, y un cazador, trabajador de la quinta, nos había regalado una cinta de lomo. Le propuse a Marta prepararlo el sábado, junto con el risotto, para la hora de la comida. Así que lo primero que hicimos fue meterlo en una fuente, cubrirlo de vino tinto, añadirle una cebolla cortada bastamente, una rama de romero, seis dientes de ajo machacados sin pelar, y dos hojas de ...
... laurel. A continuación lo tapamos con film y lo pusimos en la nevera, a marinar. Poco después llegó Amália. Venía directamente desde su trabajo, y traía puesto el traje de hombre que le conocí en nuestro primer encuentro. Verla así, vestida de hombre, y con el tratamiento previo que me había dado mi cuñada, me subió todos los niveles de hormonas sexuales por las nubes. Nos besamos con pasión y la acompañé al dormitorio, donde iba a cambiarse de ropa. Mientras se mudaba, yo no paré de dificultarle la labor. La acaricié los pechos. Entre los muslos. La abracé por detrás, acariciándole el vientre. Hasta que me echó fuera del dormitorio, diciéndome que me esperase que no había tiempo para ponernos tiernos. Así que no me quedó más remedio que esperarme. Durante la cena, mi mujer me recordó que al día siguiente estábamos invitados a una cena baile en el Jockey Club en Lisboa, organizado por la Cámara de Comercio. Y que el sastre había dejado en su apartamento el esmoquin que me estaba confeccionando desde hacía dos meses, cuándo nos remitieron la invitación. Tarjetón que, al desconocer mi nombre, rezaba “Dona Amália S. y acompañante”. Evento al que también estaba invitada mi cuñada, Ana María. Al levantarme, he ido a la cocina a empezar a prepararlo todo y buscando entre el menaje, he conseguido una variopinta colección de cuchillos, el mejor de los cuales no sirve ni como espátula para dar yeso. Alguno todavía puede ser recuperable sacándole filo, pero otros lo mejor ...