1. Riberas del Donetz 3


    Fecha: 15/06/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... pareja
    
    La noche avanzaba y el nuevo amanecer estaba bastante más cerca que lejos, cuando el horizonte, hacia el lado soviético, se iluminó al resplandor del fuego de artillería alemán que, de improviso, empezó a martillear las líneas del Ejército Rojo. Eso complicaba aún más la situación de Stella y Piotr, pues su experiencia le decía que las granadas de la artillería alemana volaban, sin duda alguna, sobre sus cabezas. Y tal bombardeo artillero sólo podía significar una cosa: Por increíble que pareciera, los alemanes se aprestaban a lanzar una contraofensiva precisamente en ese sector, donde ella y Piotr estaban. Y eso, estar los dos allí, en plena zona del avance alemán podría ser fatal para ellos; luego lo sensato era escapar de allí a todo gas… Pero… ¿Cómo y a dónde? Lo de a dónde lo tuvo más fácil, pues a seis u ocho kilómetros había atravesado una de tantas aldeas devastadas, destruidas por la guerra… Pero el cómo… Al fin Stella apartó con cuidado la cabeza de Piotr depositándola con toda suavidad sobre la rala hierba que a trechos enverdecía la parda tierra de la estepa, se levantó dirigiéndose al jeep que hasta allí la llevara, tomando antes un par de fusiles de los de los alemanes muertos. Se volvió con el jeep hasta donde dejara a Piotr y, despertándole, dijo al tiempo que le tendía su fusil
    
    Hesslich se rindió al razonamiento de Stella y trató de ponerse en pie, pero lanzó un verdadero alarido de dolor. No, no le era posible levantarse; a lo más que llegaba ...
    ... era a sentarse aunque la pierna herida le dolía enormemente hasta así, sentado. Bueno, lo cierto es que la pierna le dolía hasta casi enloquecerle en cualquier postura que estuviera, tumbado o sentado, luego lo más seguro es que, sentado, simplemente le doliera lo mismo que tumbado. Pero Stella no se dio por vencida. Se colocó a espaldas de Piotr y le rogó
    
    Hesslich de nuevo lo intentó. Rechinó los dientes, los enclavijó, gruñó como un cerdo al que acuchillaran, pero se levantó del suelo y logró subir al jeep. El viaje hasta la cercana aldea en ruinas fue de alivio para Peter Hesslich. No sólo es que a cada bache, que por cierto se daba un segundo sí y al siguiente otra vez, viera las estrellas, sino que la propia posición en el coche le atormentaba sin cesar, pues no podía extender la pierna herida lo bastante como para encontrar un cierto alivio. Para entender lo que Hesslich pasaba, basta imaginar que se nos fracturó una pierna y necesariamente la tuviéramos que mantener flexionada, pendiente en el vacío: Podríamos hasta perder el conocimiento por el dolor
    
    Llegaron por fin a la aldea y Stella se apeó, registrando casa tras casa, las que mejor se conservaban, lógico. En la cuarta casa encontró lo que buscaba: Una especie de cueva en el subsuelo de lo que sin duda debió ser cocina, comedor y cuartito de estar, todo en una pieza. La cueva estaba excavada en el típico suelo de tierra negra propio de la estepa y apuntalada con una pared de mampostería de piedra, en tanto que ...
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