1. Riberas del Donetz 3


    Fecha: 15/06/2020, Categorías: Incesto Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... el techo estaba asegurado con vigas de madera compactadas por el suelo de tierra apisonada con lecho de mortero de barro de la casa. Una trampilla de tablones constituía el acceso a la cueva. Esta debió ser una especie de almacén de patatas, pues aún había cierta cantidad de ellas, fermentadas y pútridas, que inundaban el más bien diminuto que mediano cuchitril de un hedor nauseabundo. Pero era un refugio no tan despreciable, pues permitiría que Piotr se tumbara a todo lo largo. Stella volvió al jeep para ayudar a Piotr a llegar hasta aquel refugio, cosa que no resultó tan sencilla. Al esfuerzo para volver a ponerse en pie o, mejor dicho, bajarse del vehículo, que a Hesslich le costó Dios y ayuda y toda su fuerza de voluntad para sobreponerse al tremendo dolor que le causaba, se unió lo terrible que para él fue cubrir la distancia hasta la casa y bajar luego a la cueva protectora ya se hizo inenarrable. Momento hubo que pareció imposible lograrlo, pues descolgarse él sólo hasta el suelo de la cueva, teniéndose que valer sobre solamente que la pierna sana, sin apoyo ninguno, pareció algo así como “Misión Imposible”, mas finalmente lo consiguió, eso sí, para prácticamente caer desvanecido al suelo cuando por fin se pudo tender en un rincón. Tal sería el estado de consunción absoluta de Peter Hesslich que ni se enteró del pestilente hedor que en el reducto aquel reinaba. Pero de todas formas se repuso. Recostada un tanto la espalda en la pared de la cueva, estiró completamente ...
    ... ambas piernas poniendo el fusil de Stella bajo el muslo herido tratando así de acomodarlo algo mejor; respiró con fuerza varias veces y pareció que así el dolor, si no remitió del todo, al menos sí se hizo algo más tolerable, un poco más llevadero.
    
    Stella volvió a salir al exterior de la casa para llevarse de allí el jeep. Le condujo hasta la salida de la arrasada aldea y destrozó sus ruedas disparando sobre ellas los cargadores de ambos Máuser que tomara de entre los cuerpos exánimes alrededor del Sdkfz 251. Luego regresó a la cueva. Antes de descolgarse adentro la muchacha amontonó sobre la trampilla de madera que daba acceso a tal sótano inmundicias, cascote y lienzo de pared derrumbado para disimular la entrada, tras lo cual con sumo cuidado abrió la digamos “puerta” lo mínimo necesario para deslizarse hasta abajo cerrando tras de sí la “puerta”. Ya dentro, con la trampilla cerrada, el cuchitril aquél quedaba en la más densa oscuridad, amén de no permitir erguirse del todo a una persona de estatura simplemente mediana, ni siquiera alta. Stella, más bien no muy alta amén de menudita, hubiera podido erguirse en toda su envergadura mas prefirió quedarse larga sobre el suelo por lo que reptó hasta alcanzar el sitio donde Piotr estaba. Al llegar junto a Hesslich tendió sus manos al cuerpo de él, al rostro de él y comprendió por qué los ciegos tienden las yemas de sus dedos para reconocer algo o a alguien: Al tacto de las yemas de sus dedos reconoció a Piotr, le “vio” casi ...
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