EN UN MUNDO SALVAJE (2)
Fecha: 02/08/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... finita, expresado, materializado, en divino sexo El puro sexo, transfigurado en infinito amor ¡Qué dulces, por más que, también, sabrosísimas, fueron sus efusiones amatorias, amándose los dos con toda dulzura, toda ternura, y, al tiempo, con enervada pasión, disfrutando ambos al máximo que seres humanos puedan disfrutar de su total entrega mutua, pues, en tal unión, uno se olvida de sí mismo para volcarse, en cuerpo y alma, en el ser querido, amado, haciendo suyo el placer del amado, la amada, encontrando, pues, la propia dicha, el propio gozo, en la dicha, el gozo, del ser amado. ¿Por cuánto tiempo se prolongo ese amarse y amarse y amarse? Desde luego, nada de lo que fue la maratón sexual Yago-Ana, que los casi cincuenta y siete tacos de él, para tanto, francamente, no daban, pero es que tampoco su amada “parienta” estaba para demasiados trotes tras de lo de Yago y ella de no tanto antes, también se notaban lo suyo y lo del vecino, que “tuitico hay qu’icillo” (“Todito hay que decirlo”, en “manchegazo” garrulo, de Toledo, Ciudad Real, Cuenca y Albacete, la bendita tierra de mis mayores, la inmortal “Mancha” de D. Quijote. ”En un lugar de la Mancha de cuyo nombre…”) En fin, que tras dos horitas, dos horitas y algo, tal vez, de dulce “himeneo”, los dos, rotos, desvencijados, descuadernados, descuajeringados y alguna que otra yerba más por el estilo, no pudieron seguir resistiéndose al insistente Morfeo, con su promesa de descanso reparador, de modo que, alumbraban ya los ...
... rayos de sol cuando ambos se sumieron en profundo sueño, desnudos los dos, abrazados, él, entre los brazos de ella, Ana, entre los brazos de él, con sus piernas también entrelazadas, con sus sexos más que rozándose Así estuvieron hasta bien pasado el mediodía, cuando despertaron, más hambrientos que con hambre. Ella propuso volver a casa donde prepararía algo para los dos, pero él no quiso: Nunca más volvería por esa casa que ya no era la suya…aunque, con sus propias manos, ayudad por ella, la construyera. Luego comieron allí mismo, en aquél rodal de playa, cocos y dátiles de las palmeras, “cosechados” por los dos, que no veáis cómo no sólo Juan, sino también Ana trepaba a lo alto de los árboles. Luego, pasaron la tarde bien paseando a la orilla del agua, mojándose los pies, con sus manos amorosamente enlazadas, bien unidos, mutuamente, por la cintura, como lo que eran, dos enamorados. La tarde fue cayendo, hora a hora, minuto tras minuto, hasta cernirse el anochecer, cuando ella volvería a casa, a preparar la cena, cenar e irse a la cama con su hijo, su macho garañón. Entonces, comenzaron a entristecerse los dos, ante su ya casi inminente separación, el fin de su tiempo de asueto, para ellos dos solos, el final de su día. Era paradójico lo que le pasaba a Ana, casi babeando por volver a vivir ese sexo salvaje que su hijo le suministraba, y la tristeza inherente a su separación de su Juan. Podría decirse que, para ella, lo perfecto sería la cama redonda entre los tres, tener, ...