Cuando él se va
Fecha: 07/10/2017,
Categorías:
Voyerismo
Autor: dulces.placeres, Fuente: CuentoRelatos
Siempre fui una mujer curiosa por decirlo de alguna manera, siempre me había sentido atraída por todo lo sexual, había leído mucho, había visto mucho, y tenía demasiadas fantasías en mi loca cabecita, si bien jamás había cruzado la línea de lo que socialmente se establece como correcto.
Así, no era de extrañar mi vida un tanto monótona pasado los treinta años, donde hacía ya cinco que convivía con Enrique, mi esposo.
Enrique es viajante, tiene clientes en los pueblos en derredores donde básicamente hace servicios de cadetería de larga distancia, por lo que suele recorrer largas distancias y ausentarse por varios días de nuestro hogar, yo odio ese trabajo porque irremediablemente paso demasiado tiempo sola y en estos primeros años de matrimonio necesito desesperadamente de su compañía.
Mi mamá es quien viene a hacerme el aguante, como digo, en estos casos, pero yo no quiero una madre en mi hogar, yo quiero un esposo.
Además él es un tipo ‘criado a la antigua’, de los sostienen que el hombre es el que sale a ganarse el pan y la mujer se queda en casa, puertas adentro, por lo que tampoco me permitió que yo buscara un trabajo. Los días en soledad se transformaron poco a poco en un tormento…
Hace dos años me anoté en un gimnasio cerca de casa, para matar el tiempo y para hacer un poco de caminata en cinta, me notaba un tanto excedida en peso y el pagar un lugar era la única forma en que tendría mediana excusa para mantener una rutina de entrenamiento.
Con el ...
... correr de los días hice un tipo de amistad con Sofía, una de las tantas chicas que al igual que yo, hacía ejercicios en el lugar, tuvimos esa magia que no se ve pero que se siente y empezamos a compartir más que horas de gimnasio.
Sofía es un tanto más joven que yo, se me hace muy bonita y ciertamente opino que no es necesario que haga ejercicios. Tiene unos pechos enormes que llaman la atención, suele quejarse mucho al respecto porque dice que son molestos y odia en la forma en que se siente observada por los hombres, les juro que pagaría por tener solo la mitad de lo que ella tiene.
Bien, como dije, nos hicimos amigas y conocimos nuestras historias de vida, ella supo de Enrique, y yo supe de Arturo, su esposo, que también solía concurrir al gimnasio, solo que apenas nos cruzábamos de vez en cuando ya que él estaba al otro lado, en la parte de los hombres practicando generalmente ejercicios de box.
Arturo era bien parecido, tenía una sonrisa seductora y unos ojos de mirada profunda, de voz extremadamente grave propia de un locutor que me hacía derretir solo al escucharla.
Se veía siempre muy atento con ella y en algún punto fantasee con que mí amado Enrique se pareciera un poco a él, pero mi esposo vivía encerrado en su mundo y con el correr de los días sabía más de lo que pasaba en su casa de lo que pasaba en la mía.
Incluso, alguna vez habíamos ido los tres a tomar unas copas, porque Enrique nunca estaba, ni siquiera le importaba mi relación con ellos.
Tal ...