1. Lara, una chica muy obediente


    Fecha: 24/08/2020, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... por un cortinado de terciopelo rojo.
    
    El clima era otro muy distinto tras esa puerta. La sobria elegancia que campeaba en todo el edificio del instituto se veía reemplazada por una siniestra sordidez. Los peldaños de la escalerilla de madera crujían a cada paso de la mujerona y de Lara, que temblaba amedrentada por el clima del lugar. La iluminación provenía de dos bombillas que colgaban del cielorraso descascarado sujetas por sendos cables. El piso era de tierra apisonada, las paredes de ladrillo y se percibía un intenso y desagradable olor a humedad. De uno de los muros colgaban tres varas de distintos grosores y un largo similar que la jovencita estimó en alrededor de un metro. Al centro había un caballete cuya parte superior estaba acolchada y forrada con cuero negro. De los extremos inferiores de las cuatro patas se desprendían otras tantas cuerdas de un metro de largo cada una y que servían para sujetar a la desdichada de turno.
    
    La celadora empujó a Lara hacia el caballete y allí quedó la pobre murmurando en vano una súplica mientras veía a la mujer que tomaba una de las varas y avanzaba hacia ella lentamente, exhibiendo en su cara una sonrisa cruel.
    
    -Abre la boca. –le ordenó y cuando Lara lo hizo le puso la vara entre los dientes. Enseguida la acomodó con rudeza boca abajo sobre el caballete, le subió la falda hasta la cintura y le quitó las bragas, la ató por muñecas y tobillos, le quitó bruscamente la vara de la boca y luego de colocarse a sus espaldas le ...
    ... dijo:
    
    -Ahora sabrás lo que es bueno, perra calentona. Reza el Padre Nuestro y arrepiéntete de tu pecado.
    
    Pero la niña no hacía más que sollozar, presa del miedo ante la inminencia de tan duro castigo.
    
    -¡QUE RECES HE DICHO! –gritó la mujerona y entonces Lara se dio cuenta de que si no obedecía iba a ser peor.
    
    -Padre Nuestro que… que estás en los cielos… ¡Ahhhhhhhh! –y la vara cayó por primera vez sobre sus estremecidas nalguitas. Jamás hubiera imaginado semejante dolor, que sintió primero en su culo y que después, con la velocidad de un rayo, se extendió cual descarga eléctrica por todo su cuerpo.
    
    -¡SIGUE! –aulló la celadora.
    
    -Santificado sea tu…
    
    ¡¡¡SIGUE!!!
    
    -tu… tu nombre… ¡¡¡Aaaaaaauuuuuuuu!!! –y la vara volvió a golpearla.
    
    Estremecida de dolor se dijo que no le convendría irritar a su torturadora y entonces, resignada y rogando ser capaz de soportar el suplicio, continuó con lo ordenado:
    
    -Venga a nosotros tu reino … ¡¡¡Aaaaaahhhhhhh!!!...
    
    -Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo… ¡¡¡Aaaaayyyyy!!!
    
    A esa altura las palabras brotaban de la boca de la niña entre jadeos y a cada varillazo el cuerpo se agitaba prisionero en las cuerdas que lo inmovilizaban sobre el caballete. Sobre el hermoso culito se veían cuatro marcas rojizas, productos de otros tantos azotes que llevaba padecidos. En medio de su dolor rogó que no se olvidara de la oración, porque eso provocaría seguramente la ira de la celadora y peligrosas consecuencias para ...
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