El secreto de Isabel
Fecha: 02/09/2020,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Federico Rivolt, Fuente: CuentoRelatos
... delgados brazos en señal de silencio:
– No son necesarias las presentaciones, puedo reconocer a mi propia sangre – dijo mientras su mano temblaba de manera incontrolable.
Se dio la vuelta y la joven Isabel pudo reconocer a su propia abuela bajo esa piel pálida, de tono grisáceo. Por supuesto que no parecían hermanas gemelas, aquella anciana había sido muy maltratada por las fuertes medicaciones, tratamientos extremos y por décadas sin luz solar. La anciana tenía el rostro completamente arrugado y podía verse el latir de las venas de su calva, pero lo más notable en su aspecto era esa enorme cicatriz en el lado derecho de su rostro, que deformaba cada una de sus facciones. En la oscuridad de su habitación, su aspecto ya no importaba, pero aún podía sentirse el peso de una vida de odio y vergüenza.
– Soy la gemela de Zulema – dijo la anciana –, dicen que eso se salta una generación. No sé si sucederá siempre, pero me alegro de que así haya sido esta vez. No puedo explicar el dolor que me invade desde que me han separado de mi hermana, desde que me encerraron me siento incompleta sin ella a mi lado. Pero la visita de dos niñas tan bonitas como ustedes, compensará muchos años de soledad.
La joven Isabel abrió por completo sus cálidos ojos y salió corriendo del ...
... lugar sin siquiera responder a su tía ni despedirse de la enfermera que esperaba en el corredor junto a la puerta.
Regresó a su casa manejando a toda velocidad, estaba cansada, pero era como en esos sueños en donde uno se ve a sí mismo y no puede controlar su propio cuerpo.
Las pesadillas de esa noche fueron más vívidas que nunca:
“Isabel… Isabel… ponme un nombre, Isabel”
La joven despertó y corrió hasta el baño. Observó su hombro en el espejo y notó que aquello estaba más desarrollado que nunca. Se tocó con la punta de sus dedos y pudo sentirla; era su hermana gemela no desarrollada, era la persona que invadía sus pensamientos.
Isabel sujetó aquel pequeño bulto y lo separó lo más que pudo de su hombro mientras tomaba una tijera del botiquín con la otra mano. En un instante la cortó junto con un gran trozo de piel y carne, al fin estaban separadas. La sangre no paraba de brotar de su herida y pronto se desmayó.
Las luces del baño parpadearon. No se trataba de un sueño ni de un desperfecto eléctrico, sino del cerebro de Isabel que se desconectaba y se reconectaba de manera interrumpida.
Minutos después, recuperó la consciencia. Al mirar su reflejo, ya no vio la cálida mirada de siempre; su rostro había cambiado y ya no se sentía incompleta.
FIN