1. Viaje al infierno (1)


    Fecha: 01/10/2020, Categorías: Primera Vez Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    Capítulo I
    
    El capitán Günter von Labnitz, alzó la vista del papel donde escribía y la paseó por el entorno. Era su gente quien le rodeaba, sus hombres; los ciento y pico que integraban la compañía bajo su mando. Los conocía bien a todos. Algunos llevaban con él desde el principio, desde las campañas de Polonia y Francia, otros, los más, el año y pico que llevaban combatiendo en Africa. Les habían retirado del frente mes y algo antes, replegándolos a Italia. Unas tres semanas sesteando por las playas del Tirreno, persiguiendo a las mozas italianas, que se pirriaban por los rubios mocetones teutónicos o tudescos, como por allí llaman a los alemanes. Y ahora, mes y algo después de salir de Africa, allí estaban, en aquel vagón de mercancías, parte del tren que, haciendo más paradas que el correo, les llevaba a cualquiera sabría dónde. Sino del soldado: Obedecer; siempre obedecer, sin dudar ni preguntar. El mando siempre sabe lo que es más conveniente
    
    El capitán von Labnitz volvió a centrar la atención en lo que estaba escribiendo. Era una carta para sus padres y hermana. Les decía que ya habían salido de Africa. Que pasaron unos días de descanso en la costa italiana y que ahora iban en un tren de mercancías rumbo a cualquiera sabría dónde, aunque se lo barruntaba: Al Frente Oriental, a las inmensidades rusas.
    
    Les hablaba de sus hombres, entre los cuales entonces se encontraba. Hombres valientes, cuyo respeto se ganó a pulso conviviendo con ellos: Combatiendo entre ...
    ... ellos, a su frente y sirviéndoles de ejemplo. Comiendo entre ellos y de sus mismos ranchos. Durmiendo entre ellos, sin buscar favoritismos por su rango de oficial y jefe de todos ellos. Divirtiéndose entre ellos, participando de los mismos juegos de cartas, las mismas borracheras, los mismos jolgorios… Andando tras las muchachas francesas o italianas, exactamente igual que cualquiera de sus hombres… También compartiendo con ellos, con su gente, hasta el último cigarrillo cuando tal era necesario…
    
    Sí, a sus padres les decía de ellos, de sus hombres, de su gente, hablándoles de la camaradería que entre todos ellos habían incubado los meses, los dos años de guerra compartidos, con sus riesgos, sus miedos, sus nervios, sus heridos y sus muertos; también sus descansos, sus cortas alegrías, sus ínfimos ratos en brazos o, cuando menos, en compañía de “hembra placentera”, cual diría un literato de los siglos XV, XVI o XVII…
    
    Les decía, en suma, que allí, en ese tren de mercancías y andar lento, casi indolente, en ese vagón, más para ganado que para mercancías, donde la superioridad instalara un sinfín de literas a fin de que la tropa viajara un tanto cómodos, no así oficiales y jefes que al efecto disponían de buenos vagones de pasajeros, con cabinas dobles de literas y un vagón que hacía de bar y restaurante… Sí, para ellos el convoy, el viaje era distinto, muy distinto…
    
    Pero el capitán von Labnitz era feliz así; allí, en aquel casi inmundo vagón, entre sus hombres… Eso era, ...
«1234...9»