Polola fiel... y los lobos (1ª entrega)
Fecha: 07/10/2020,
Categorías:
Intercambios
Autor: PrimeroPasos, Fuente: CuentoRelatos
... Nuestros labios, eso sí, se rosaron repetidamente. Me acariciaba la nuca. Yo lo miraba. El segundo tema fue un reguetón. Me di vuelta. Dándole la espalda a Norberto. Yo le estaba bailando en realidad a Arturo, y él se dio cuenta. Pero Norberto no. Pensó que la coquetería era para él. Así que no se complicó en nada y me agarró por la pancita y me atrajo hacia su cuerpo. Quedamos cerca. Yo seguía bailando sexy. Moviendo mis caderas. Me apretó un poquitín más quedando su pubis pegado a mi trasero.
Pero yo le seguía bailando a Arturo.
Mis caderas, muy sensuales, marcaban perfectamente el ritmo. Y dado el contacto por atrás, debí imprimir un poco más de fuerza para mantener el movimiento. Claro, con tanto perreo, a Norberto se le paró. Mi trasero, rollizo, regordete, durito y tan dispuesto accidentalmente lo hizo otra vez. ¡Otra verga en mis pompas! ¿Cómo podía ser que otro amigo mío de toda la vida, que me respetó siempre, un gran amigo de Joaquín mi pololo, de la nada, y a la primera oportunidad, me estuviera perreando duro las nalgas, con su polola a pocos metros de nosotros? Me asusté un poco y quise separarme de él. Pero Arturo me hizo una seña para siguiera así. Y yo, la tonta, obedecí. Tan coqueta y sutil que me creía, seguí con este jueguito. Quedamos pegaditos. Sin embargo, si lo pienso bien, seguramente para todos los que nos pudieron ver, yo estaba en plan de puta, con la cola regalada a un “amigo del pololo”. Muy bien apernada por este que obviamente, a vista de ...
... ellos, me hacía sentir su incipiente erección, bajo mi total colaboración y aceptación.
Norberto ya no necesitaba, como al principio, tomarme con las dos manos. ¿Para qué? Si estaba claro que esta mujer, o por lo menos su poto, se quedarían ahí, recibiendo las estocadas de su erecto visitante. Claro, Norberto que no sabía que era solo un peón en este juego, y ya en confianza, me la hacía sentir con ganas. Así que prontamente, con la otra mano, comenzó a recorrer tímidamente la anatomía de la polola de su gran amigo. Tranquilo. Despacito. Desde mi muslo derecho, hasta mi estómago. Luego hasta mi nuca.
Jugaba con mi pelo. Le gustaba mi pelo:
- Colorada, me encanta tu pelito… y que rico perfume, decía a mi oído mientras hundía su nariz en mi cuello.
Si hasta me pasó la lengua por la oreja un par de veces.
¡Qué atrevido! Lo interesante es que eso generaba un reflejo en mi cuerpo: Yo más paraba la cola.
Del cuello, bajaba a mi pancita, me acariciaba la guatita. Se regresaba a mi pierna, y claro, cada vez que volvía a mi cadera, me la acomodaba para que su “cosa” se encajara entre mis nalgas, hasta donde permitía la minifalda. Porque mi rechazo, verdaderamente, era nulo. En mi mente, esto era para excitar a Arturo. Yo quería que me viera así, que imaginara que era él. Eso a una chica le resulta divertido. Norberto, por su parte, les guiñaba el ojo a nuestros amigos para que vieran como me tenía. Pienso yo, que fue, para los pocos que nos rodeaban, un espectáculo ...