Polola fiel... y los lobos (1ª entrega)
Fecha: 07/10/2020,
Categorías:
Intercambios
Autor: PrimeroPasos, Fuente: CuentoRelatos
... también quiero pija… ¡vení, ponémela en la boca que te estoy esperando!
Que locura.
Que calentura.
En esa habitación a oscuras, solo iluminada por la luna, yo estaba de rodillas, sin tanga, con la falda en la cintura, el culo al aire, mirando a Arturo a los ojos, con la boca bien abierta, esperando a que me la pusiera en la boca. En esta boquita de labios carnosos, deseada por tantos, pintadita de rojo, que solo había probado un miembro en toda su corta vida. Aguardando ese trozo venoso y duro, para ser chupado. En cuanto me lo acercó, pude sentir el olor ácido de la eyaculada. Repulsivo. Yo a mi pololo se lo chupo, pero no me tomo el semen. Y luego de que acaba, no lo vuelvo a meter en mi boca. ¡Qué asco! Pero ahí estaba. Esperando ansiosa, con la boquita bien abierta. Dispuesta. Él me acerco la cabeza a milímetros de mis labios. Tomó mi cabello con decisión y aguardó unos segundos. Quieto. Fue entonces que pude oler su hombría. Fuerte. Intenso. No era un niño.
Era olor a macho. Olor a semen. Por extraño que parezca ahora, respiré profundo su aroma. Era hipnótico. Embriagador. No me gustaba para nada. Pero estaba absolutamente atraída a ese aroma.
Mmmmm… olorcito a leche.
Le di un besito en la puntita.Y otro más.
Nos miramos.
Sonrió.
Empujo con su glande.
Un poquito más. Pasó la barrera de mis labios.
Su cabeza estaba ya en mi boca. Ahora sentí el gusto al semen.
La verdad, no sé si por la calentura o que sería, pero ese sabor no era tan ...
... malo. De hecho tenía deseos de limpiar ese mástil.
Y empecé a mover mi cabeza hacia delante y atrás. El, gemía suavecito de puro placer. Yo, con cada movimiento, me la metía un poco más. Y un poco más.
Estaba particularmente dura. Eso me gustó mucho, porque saber que te tienen ganas es lindo. También la tenía caliente. A mi pololo no se le pone así. Que rico, un pico diferente. Que rico. Arturo ya no era el niño. Era el macho que sabía lo que deseaba. El macho que sujetaba a su hembra con firmeza marcándole el ritmo, profundidad y velocidad a la que sentía mayor placer. Y eso, a mí, me calentaba como nunca antes. Darle gusto a un hombre, de esa manera, era nuevo para mí.
Estaba empapada.
A veces me la sacaba de la boca y me llevaba hasta sus dos bolas peludas.
- Que duros tienes los cocos, macho mío…
Mmmm, que ricos.
- ¿Si? Es que los tengo llenos de leche para ti, hace meses que me tienes caliente. Ese culo. Esas terribles tetas… y esa boca… ¡Que boquita!… bien de putita ¡Ese lenguaje! Inaceptable en otras circunstancias, ofensivo. Pero ahí, arrodillada, chupando y chupando… me llevaba al cielo. Estaba embriagada. Tan caliente. Tan dispuesta. Algo diferente a lo que mi pololo me hace, en cuanto de chupar, es que Joaquín se deja chupar. Punto. Yo decido. Yo hago. En cambio, ahora, con Arturo, es él quien establece las reglas. Con mi pololo chupar, es sinónimo de chupar la cabeza, y un poco el tronco. Nada más. En cambio ahora, me lleva la boca del pico a ...