La Madrastra
Fecha: 21/10/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... no es el amante que sufre, es el amo que se enfada” y yo no voy a tener nunca un amo.
Mientras miro mi armario mis pensamientos han ido cambiando, elijo un vestido blanco y negro de vuelo a la altura de los muslos, con puntillas en los extremos de la faldita y lo acompaño con las botas marrones de tacón alto. Mientras me visto muy despacio, no puedo evitar dejar volar la imaginación y pensar que es Marcos, el que me ha llevado a un rincón aislado de la casa y lejos de barullo me arranca el tanguita y entra en mi con fuerza, como si de un animal hambriento se tratara. Casi de manera instintiva dirijo mis dedos por debajo de la puntilla del tanga y tras pasar rozando por mi coñito recién depilado y suave se introduce en la vagina que para entonces ya esta mojada. Permanezco de pie con las caderas abiertas mientras mis dedos juguetean con el clítoris hinchado y suave, imagino que son los dedos de Marcos los que hacen el trabajo y comienzo a gemir con pequeñas respiraciones entrecortadas mientras por mi mente planea la posibilidad de una infidelidad.
Era cuestión de un minuto el que los espasmos se apoderaran de mi, cuando de repente y de una forma inesperada, el sonido del móvil me sobresalta… al observar quien es, veo que es Bea, había quedado con ella a las nueve y ya eran las nueve y diez, seguramente estará fuera esperándome con el coche.
- Bea… perdona tía, se me ha hecho tarde, dame cinco minutos que ahora bajo.
Termino de arréglame, y me cambio de ropa ...
... interior, tenía también la tanga empapada por lo que también me la tengo que cambiar, me pinto un poco y salgo de casa.
Bea que ya llevaba un rato fuera esperando me regaña, aunque el pequeño enfado dura poco y salimos pitando para la fiesta, con muchas ganas de pasarlo bien.
Habíamos quedado con dos amigas más en el mismo piso, era la primera vez que íbamos allí y tampoco sabíamos que íbamos a encontrar, a menudo las fiestas son tranquilas, con aproximadamente una docena de personas, pero otras es una autentica locura y el piso se convierte en Sodoma y Gomorra, con sexo alcohol y drogas por cada esquina.
Llamamos al piso 12 y una vez dentro, uno de los chicos del piso nos abrió la puerta, nos hizo pasar con una sonrisa y nos enseñó el piso. La verdad es que no se veía mucho jaleo y en un primer momento pensamos que éramos de las primeras invitadas, pero cuando llegamos a la cocina, nos dimos cuenta del porqué de la tranquilidad, la fiesta se estaba celebrando en la terraza, el piso era un ático que tenía una gran terraza de unos 45 metros cuadrados, había ya unas 30 o 40 personas, que bebían tranquilamente y reían en pequeños corros.
Casi sin poder evitarlo, la vista se me escapaba intentando divisar a mi compañero de facultad, Marcos no se encontraba en la terraza y tampoco lo había visto en la visita que el compañero nos había hecho por el piso, me sentí un poco decepcionada, aunque en ese instante vimos a Lydia y Cristina, las amigas con las que habíamos ...