Abigaíl no sabía ni en qué día vivía
Fecha: 30/10/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
... cuándo has visto a un guardia civil?
-Era una niña. Andaban buscando a un topo.
-Ya sería a un tipo.
-Sería. ¿Y si no es por meterles los cuernos por qué te buscan?
-Robé un banco.
-¿Es que no tenías banquetas en casa?
Enrique se dio cuenta de que Abigaíl ignoraba muchas cosas.
-¿Saliste alguna vez de aquí, Abigaíl?
-No, no se me perdió nada fuera del monte. ¿Qué es esa cosa en la que venías montado?
-Una moto, que por cierto, la robé para venir aquí. Te toca hablar de ti.
-Yo no huyo de nada, pero desde que murió el tío Miguel me siento muy sola.
-¿Pero no estaba plantando malvas detrás de la casa?
-Y ahí sigue, pero los muertos no se levantan para dar conversación.
-¡¿Lo enterraste detrás de la casa?!
-En el monte o en las huertas lo podían desenterrar los animales. Pero no hablemos más de cosas tristes.
Enrique, la entendía.
-Sí, es muy triste ver morir a alguien que quieres.
-Me quedó el consuelo de que se murió como yo quería, con el carallo tieso dentro de mi coño.
-¡¡¡Cooooño!!!
-Sí, quiso gozar de mucho coño en un mismo día.
-O sea, que se murió jodiendo. Sí que fue una muerte feliz, sí. ¿Lo querías mucho?
-Bastante. Al final lo buscaba yo a él.
-¿Y al principio, no?
-No, las primeras veces me jodió a la fuerza. Me cayeron muchas hostias antes de cada jodienda.
-En fin, es tu vida y no seré yo quien la juzgue, pero debías callar esas cosas tan íntimas.
-Si se callan no se dicen y si no se ...
... dicen no se saben, y si no querías saber. ¿Para qué carallo preguntaste?
-Un razonamiento impecable.
Abigail, echó un racimo de uvas tintas en la cesta, levantó la mano, y le dijo a su primo:
-¡Con mis pecas no te metas que te meto!
-Valga la redundancia, se dice.
-No, se dice: Válgate Dios después de que caiga la hostia.
-Tu vocabulario deja mucho que desear, prima.
-No sé lo que quieres decir con eso del boca... en cualquier caso, tu padre, por las dudas.
Abigaíl era inculta y desconfiada, pero a Enrique le encantaba.
-El vocabulario es el léxico, eres...
-Sigue insultando y cabamos mal.
Enrique, viendo que no se lo podía explicar, cambió de tema.
-Estando tan alejada de la civilización y sola. ¿Cómo haces cuando estás mala?
-Me meto el dedo.
A Enrique lo pilló desprevenido.
-¡¿Te la rascas?!
-Cuando me pica.
-Esas cosas no se dicen.
-Tú tienes falta de riego o eres retrasado. Te lo voy a volver a repetir. ¿Si no quieres saber por qué carallo preguntas?
-Pero...
-Pero, no, pera, me tiro una pera, o dos, o tres, o las que me pida el cuerpo.
-O.K, pero me refería a cuando tienes fiebre y el cuerpo te pide cama, pero para taparte y sudar.
-Se dice jamacuco. No hace falta decir tantas palabras. ¿Eres un perero?
-¿Eres tú una perera?
-Sí, a veces de tanta pera que tiro me parece que soy una peral.
Enrique, la corrigió.
-Un peral.
-Eso tú.
-¡Me vas a volver loco! ¿Qué te estaba preguntando? ¡Ah, sí! ...