La mujer de Ernesto
Fecha: 17/10/2017,
Categorías:
No Consentido
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... dejes tranquilos, no hice nada para desmentirla ni detenerla.
Vestía un traje chaqueta oscuro de pantalón y americana con jersey de cuello alto rojo. Llevaba el pelo suelto, como solía, y mantenía buena parte del suave maquillaje pues la ira no había desembocado en lágrimas.
Se agachó ligeramente, me desabrochó cinturón y pantalón, apartó el bóxer y la agarró aún fláccida. Me miró medio segundo, desvió los ojos hacia mi pene y se acercó a éste lentamente pronunciando un cabrón justo antes de engullirla.
Aparté el cabello para verla. Tenía los ojos cerrados fuertemente por lo que se le arrugaban los laterales de éstos. Sus labios, pintados en rojo suave, rodeaban el miembro subiendo y bajando con cierta presión, recorriendo un falo que ya había llegado a su estado óptimo.
Joderos cabrones, pensé, esto sí es amor verdadero, mientras la agarraba del cabello para dirigir la mamada. Más despacio, así pareces una cría inexperta, pinché. Eres un cabrón, respondió obedeciendo.
La orgullosa Angie, la conservadora madre, la hija de un matrimonio de rancio abolengo, del letrado Guzmán de Castro, uno de los abogados más conocidos de la ciudad, había salido del bufete de papá para comerle la polla a un amigo de su marido. Ese pensamiento, unido a la escena que mis ojos no querían dejar de mirar y a las notables habilidades de la mujer, me estaban volviendo loco. Tal vez por ello, me dejé ir, interpretando el papel que pretendidamente me tocaba.
-Eso es abogada, chupa. ...
... Chúpame la polla, trágate la polla de este delincuente, de este chantajista. Cómete la polla que tanto le gustaba al maricón de tu marido, si no quieres que le obligue a chupársela a todo el equipo.
Angie gemía, lamentándose, sin perder el ritmo pero llamándome cabrón de tanto en tanto. En cualquier momento esperaba ver lágrimas en sus ojos pues los cerraba con verdadero disgusto, pero no llegaron a asomar. Era tal mi rabia que casi me supo mal no verlas.
Pero no importó. Mis huevos abrieron las compuertas y el orgasmo avanzó del escroto hasta mi glande para disparar agresivo en el paladar de la pobre incauta. Ni la avisé ni le permití apartarse. La agarré fuerte de la cabeza, traga puta, mientras mi simiente la profanaba.
En cuanto aflojé la presión, vaciados mis depósitos, se soltó violentamente para abrir la puerta y escupir entre toses y arcadas. En cuanto se calmó, se irguió orgullosa lanzándome una mirada asesina al pasar por delante del coche dirigiéndose hacia los ascensores.
Una sensación agridulce recorría todo mi cuerpo cuando me senté en la butaca de mi despacho. Tenía 9 llamadas perdidas de Ernesto, 6 whatsapps y 2 mensajes de audio. Pero antes de ponerme con ello, no tenía ninguna gana, tuve que agradecerle a Clara que hubiera intercedido por mí. Le restó importancia pero me avisó que me fuera con cuidado con mis ligues, más si están casadas, pues cualquier día vendrá el marido en vez de la mujer. La observadora recepcionista se había fijado en el dedo ...