La mujer de Ernesto
Fecha: 17/10/2017,
Categorías:
No Consentido
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... te creo. Allá tú, me importa bien poco, la verdad. ¿Qué pasa con el vídeo? Lo he borrado. No te creo, repitió. Ven a mi casa y me lo demuestras dejándome ver tu móvil.
Accedí ante su insistencia para acabar de una puñetera vez. Yo podía enseñarle lo que quisiera, pero fácilmente podía haber borrado el vídeo del teléfono después de descargarlo en un ordenador u otro dispositivo. Pero si así se sentía más tranquila…
De nuevo venía del bufete, pues vestía traje de ejecutiva, falda y americana oscuras, blusa clara y zapatos de tacón, éstos azules. También esta vez me esperaba altiva, con una copa en la mano, pero no se dirigió a su habitación. Me exigió el móvil que desbloqueé para que pudiera acceder a la galería de vídeos y confirmara que ya no estaba.
-¿Cómo sé que no lo has copiado en otro sitio?
-No lo sabes, pero yo te lo aseguro.
-¿Esperas que crea la palabra de un violador?
Me encendí. La rabia ascendía desde mi estómago hasta mi cerebro, pero pude controlarla. Cree lo que te dé la gana, fue mi único alegato. Su respuesta fue una bofetada. Ni me la esperaba ni la vi venir, por lo que impactó de lleno en mi mejilla. La segunda sí pude esquivarla, pero tuve que aguantar sus insultos mientras forcejeaba con ella para evitar ser agredido de nuevo. Logré empujarla para sacármela de encima, cayendo de culo sobre el sofá. No llegó a levantarse, pero continuó con su retahíla de adjetivos calificativos. Cabrón, hijo de puta, violador, medio hombre, maricón y ...
... alguno más que no recuerdo.
Debí haber abandonado aquel piso para no volver jamás como me había prometido, pero no lo hice. Aún hoy me cuesta comprender qué tornillo se me aflojó, pero la emprendí con ella agarrándola de la blusa que se rajó con sorprendente facilidad. Suéltame cerdo. Pero no la solté. Logró darse la vuelta, tratando de escapar a mi ataque, pero sencillamente me facilitó las cosas.
Quedó trabada sobre el apoyabrazos del sofá, con la falda medio levantada y la blusa rota por delante. Algo que no podía ver pues la americana le cubría la espalda. Me acomodé detrás, subiéndole la falda para descubrir aquel par de nalgas perfectas sólo cubiertas por un tanga morado pues las medias volvían a ser con goma.
Con la mano derecha pude inmovilizarla doblándole el brazo hacia atrás, como había visto en millares de escenas policíacas, mientras me desabrochaba el pantalón para que asomara mi pene con la mano libre. No, suéltame cabrón, gritaba, pero no la oía.
Me costó penetrarla. Tuve que pegarle un par de nalgadas, la segunda le dejó marca, para que se estuviera quieta. Entré y me la follé rudamente, violentamente, insultándola yo ahora, cobrándome las afrentas anteriores.
Esta vez sí me sentí mal. Esta vez sí tuve remordimientos. Esta vez sí me juré que nunca más volvería a repetirlo. ¿En qué te has convertido?
***
-Yo nunca le dije tal cosa. ¿Por quién me tomas?
La cara de mi antiguo amigo estaba contraída, morada incluso por la tensión de la ...