El calvario de Luciana (5)
Fecha: 10/11/2020,
Categorías:
Incesto
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... Máximo R. se quitó el saco mientras sus labios se curvaban en una sonrisa libidinosa y se sentó después junto a la chica, rodeándole los hombros con un brazo. Acercó su rostro despacio al de Luciana y tomándole la barbilla lo puso de frente.
-Linda boca tenés, putita, una linda boca de chupapijas. –le dijo. –Vas a hacer todo lo que yo quiera. ¿Entendido, cachorra?
-Debo ser una chica obediente, señor. –y la respuesta de Luciana excitó al cliente aún más. Sentía que su verga se iba hinchando y endureciendo bajo el calzoncillo y decidió que era tiempo de desvestirse. Se quitó el calzado y luego toda la ropa, con movimiento veloces y nerviosos y por fin exhibió su corpachón peludo ante Luciana, que jamás había visto a un hombre desnudo. Su sensación, porque en su cerebro ya no había ideas, fue de desagrado, pero se impuso la programación a la que estaba sometida por la hipnosis y la droga y entonces no opuso resistencia cuando el hombre la abrazó y comenzó a darle besos baboseados en el cuello, las mejillas, los hombros y los labios para finalmente ordenarle que se desnudara.
Luciana lo hizo sin dejar de mirar ese pene que palpitaba de calentura, duro y erecto, listo para entrar en acción. En el cerebro de la jovencita destellaban ciertos recuerdos traducidos en imágenes: masturbaciones, el muy reciente encuentro sexual con Emilia y la doctora Mónica acariciándola y hablándole del sexo que tendría a diario con hombres y mujeres. Escuchó la orden: -Desnudate, bebé. ...
... –y se desvistió mecánicamente para exhibir ante el cliente su cuerpo magnífico.
El abogado había observado el strip tease sentado en el borde de la cama sosteniendo su verga ya erecta y dura con una mano. Su mirada libidinosa recorría lentamente cada parte del cuerpo que iba quedando al descubierto y cuando Luciana estuvo totalmente desnuda le ordenó que girara sobre si misma despacio, muy despacio. La chica lo hizo y entonces el cliente pudo apreciar la magnitud y perfección de su belleza. Se incorporó bufando de calentura y cuando puso ambas manos en las nalgas de su presa ésta dio un saltito hacia delante. El doctor Máximo R la aferró por un brazo.
-¿Qué pasa, tesorito? ¿Tengo que enojarme?
-Tengo miedo. –murmuró Luciana y el abogado advirtió que era el miedo de un animalito ante una amenaza desconocida.
“Claro, nunca estuvo con un hombre.” –pensó. “Es lógico que sienta miedo. Tengo que tratarla con cierta delicadeza para no arruinar el asunto.”
-Tranquila, perrita. –le dijo entonces. -¿De qué tenés miedo?
-No sé. –contestó la jovencita con el rostro tenso.
El hombre era un experto en gozar de las chicas de Emilia, aunque ésta, por virgen, era un ejemplar especial que requería de un tratamiento muy cuidadoso. Lo que él quería era cogerla, gozarla sexualmente y para lograr ese objetivo debía tranquilizarla, no mostrarse impaciente y mucho menos violento. Estaba ante un animalito asustado y había que tranquilizarlo y hacer que entrara en confianza. Fue ...