1. El calvario de Luciana (5)


    Fecha: 10/11/2020, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... obedeció.
    
    -Metételo en la boca y empezá a chuparlo. –y Luciana chupó mientras algo parecido a un recuerdo se instalaba en su cerebro. Algo que no era el recuerdo de una experiencia personal pero sí de imágenes que provenían de algún momento del pasado. Después de un primer instante de confusión con eso en la boca, empezó a experimentar una sensación agradable que excitaba su instinto sexual. Su cerebro había sido inhabilitado por la hipnosis y la droga para producir ideas, le habían sido anuladas las nociones de bien y mal y todo sentimiento de culpa, pero en cambio le había sido inducida la entrega total a sus sensaciones y por eso mamaba con gusto ese pene duro y palpitante hasta que cliente lo retiró de su boca y ella quedó respirando agitadamente y los ojos fijos en esa pija, con el deseo de seguir chupándola. Pero el doctor quería probar otro de los agujeros de la putita y entonces le ordenó que se pusiera en cuatro patas. Sabía que en el cajón de la mesita de luz había vaselina, la tomó, abrió el envase y aplicó un poco de la pasta en la entradita de ese hermoso culo que se le ofrecía cual delicioso manjar listo para ser disfrutado. Luego se envaselinó la pija y apoyó la punta en la diminuta entradita. Luciana corcoveó un poco y el doctor, entonces, la aferró por las caderas.
    
    -Quieta, putita, quieta que vas a gozar. –le dijo con un tono firme y enseguida tomó su pene con la mano derecha y comenzó a presionar para introducirlo mientras Luciana, inquieta, no ...
    ... dejaba de mover sus caderas de un lado al otro. Por fin, después de varias embestidas, la pija forzó la entradita y avanzó por el estrechísimo sendero lentamente, notando lo cerrado de ese culo y se infló de satisfacción sabiendo que él era el primer hombre que lo forzaba. Luciana gemía, dolorida, e intentaba corcovear para librarse de ese ariete que la penetraba, pero el doctor la aferraba con fuerza por ambas caderas y impedía conseguir su propósito.
    
    -Quieta, potranca… quieta… -repitió dos o tres veces mientras experimentaba el exquisito goce de ir y venir por tan apretado caminito. Poco a poco, los gemidos de dolor de la jovencita y sus intentos de corcovear se fueron transformando en jadeos y movimientos que acompañaban las embestidas del cliente.
    
    -¿Te está gustando, ¿eh, putita?
    
    -Sí… ¡¡¡Síiiiiiiiiiiiii!!
    
    Y el hombre siguió entonces yendo y viniendo hasta que cuando sintió que no estaba lejos de correrse sacó la pija y sin dilaciones la metió en la concha. De inmediato la punta del glande dio con el himen, el ariete siguió adelante y Luciana sintió como un fuerte y doloroso pinchazo. Gritó y quiso librarse pero el hombre la tomó del pelo con ambos manos y como si estuviese domando a una potranca salvaje la retuvo mientras seguía con lo suyo a favor de que el dolor del pinchazo ya era pasado en la jovencita, que lentamente iba conectándose con el goce de la penetración.
    
    -Ya no sos una virgencita, perra, ahora sos una puta, una reverenda puta a la que de ahora en ...
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