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El conserje
Fecha: 29/11/2020, Categorías: Gays Autor: Amanda747, Fuente: CuentoRelatos
... embarro en mi paladar que por vez primera se metía una verga de ese calibre a la boca. Me tomé su leche, le limpié la verga con la lengua y me percaté de lo bien que sabían los mecos de don Ignacio, un sabor dulce y agradable, sólo me molestó la viscosidad de su venida, fue espesa. Al salir mi mano de mi short mi mano salió mojada de sangre y jugos vaginales y al tipo casi se le salen los ojos de pura perversión: - Pero mira que la señorita está en sus días -dijo hilvanando una sonrisa burlona. Por primera vez posó sus pesadas manos sobre mis tetas encendidas, mis pezones estaban completamente tiesos, parecían flechas, y don Ignacio llevó su boca con aliento a cigarro a mis senos y se acurruco frente a mi, de cuclillas, amamantándose de mi. La sensación de ver a ese hombre arrodillado ante mi y chupando y lamiendo mis tetas me encantó, me hizo sentir poderosa, era como amamantar a un bebé que multiplicaban mi edad y peso. Pasó la playera por sobre mi cuello y me desabotono el brasier dejándome expuesta frente a él. Así estuvimos por varios minutos hasta que, poniéndose de pie, me di cuenta que su verga ya estaba igual de tiesa que hace rato. Dirigió su animalote a mi cara y yo me deglutí su fierro tan hondo como pude. Podía sentir claramente el contorno de sus venas saltadas por entre mis labios y lengua, esta verga era gloriosa recuerdo que pensé en ese momento. De pronto, se puso de pie y me levantó junto a él, la diferencia de cuerpos no podía ser más patética, ...
... su barriga era asquerosa pero ese pedazo de verga que sobresalía por sobre su barriga era un manjar de diosas, parecía la verga de un burro. Me tomó con sus ásperas manos, me dio la vuelta como si fuera una muñeca, se deshizo de mi short rojo y tanga de encaje y dirigió su glorioso mástil a mi boca quedando yo de cabeza con mi cabello cayendo en dirección al suelo, mi boca intentando deglutir ese pedazo de carne estando de cabeza y de repente sentí que empezó a lamerme la concha como si fuera un helado. ¡Este cerdo me estaba comiendo la concha estando yo en mis días! Con sus manos fuertes me sostenía de la unión entre mis piernas y mi cintura y me balanceada moderadamente, como columpio, para que se la mamara con el puro balanceo. Estando en eso me percaté que don Ignacio se estaba quitando los zapatos con los mismos pies y deshaciéndose de sus pantalones y calzones mientras él seguía de pie sosteniéndome de cabeza con la pija en mi boca y él comiéndome el coño como un animal salvaje, nunca nadie me había lamido así la concha, este hombre era un enfermo sexual. De repente, empezó a caminar cruzando el cuarto, abrió la puerta y siguió caminando conmigo de cabeza y su boca en mi coño. - A dónde vamos -le pregunté sacada de onda- don Ignacio, nos pueden ver -le volví a decir. - No se preocupe señorita, puse el candado en la reja y nadie tiene llave de ese candado más que yo, ni la directora. O sea que no te preocupes y sigue mamando. ¿En qué salón va? -me preguntó. - ...