UNA LINDA HISTORIA
Fecha: 01/01/2021,
Categorías:
Fetichismo
Autor: memito, Fuente: SexoSinTabues
... sobre todo, tranquilo. Es todo cuanto os puedo contar del lugar donde vivo. Todo esto se me ha venido a la cabeza porque no quiero pensar en lo que me ha despertado. No, no fue la tormenta, sino un sueño. Un sueño muy extraño. Aún tengo todo el cuerpo tembloroso y el vello de punta. En cuanto dejo que mi mente divague, vuelvo a recordar y me pongo a temblar. En un primer momento, no sabía si estaba despierto o dormido. Las sensaciones son muy vividas, así como los colores de mi entorno. El sueño tiene profundidad, si es que es un sueño. Me encontraba en una gran sala, con el suelo de madera bien pulida. Una gran chimenea crepitaba, cargada de leña. Éramos cinco a una gran mesa de roble cargada de vituallas. Por un momento, sentí un ansia increíble hacia toda aquella comida; deseaba acapararla toda, regodearme en su sabor. En mi mano, tenía una gran copa de vino que apuré. Sabía delicioso, afrutado y suave. Yo mismo me extrañé. No he probado jamás el vino, ni siquiera sé el sabor que tiene. Mis cuatro acompañantes no dejaban de animarme a probar los diferentes platos que, según me decían, se habían preparado en mi honor. Al final, me dejé llevar por la tentación y comencé a pellizcar a un lado y otro. Pescado en salmuera, carnes confitadas, embutidos deliciosos, quesos aromáticos… todo pasaba por mi garganta con afán, como nunca he saboreado anteriormente. Ellos se reían y brindaban. Les conocía, o, al menos, intuía que les conocía. Estaba seguro que si hubiera querido, sus ...
... nombres acudirían a mis labios. Uno de ellos era joven y jovial. Su rostro estaba adornado con una bien recortada perilla y un bigote fino. Sus ojos oscuros brillaban maliciosamente. Los demás, hombres maduros y de aspecto noble, coreaban las chanzas, pero sus ojos estaban serios, vigilantes. Algunos mesaban sus anchas barbas con nerviosismo. Todos vestían con elegancia y suntuosidad, pero con un estilo casi oriental, exótico. Eché un vistazo a mis propios ropajes y, asombrosamente, yo aún era más exótico. Ellos vestían blusones de seda de vistosos colores, afirmados a sus cinturas por gruesos cordones dorados o bien un amplio cinturón de cuero. Todos portaban pantalones, aunque de estilos diferentes. Había un pantalón pegado que parecía una prenda de montar, al estilo húsar. Un pantalón de vestir, sin duda compañero de una levita que no aparecía a la vista, y dos pantalones amplios y cómodos que parecían elaborados con suaves pieles. Yo vestía una amplia túnica celeste y negra, de amplias mangas y brocados satinados. Un cinturón recogía la tela a mi cintura y, además, servía para sostener una especie de bolsita o monedero. Mis pies estaban enfundados en suaves botas de piel de ¿foca? De repente, sentí que estaba en peligro entre aquellos hombres. Sus sonrisas me parecían muecas crispadas más bien. Sus dedos y nudillos estaban blancos de apretar con fuerza la madera de la mesa. El esófago empezó a arderme con intensidad. Tosí repetidamente. El estómago se me encrespó y vomité ...