1. UNA LINDA HISTORIA


    Fecha: 01/01/2021, Categorías: Fetichismo Autor: memito, Fuente: SexoSinTabues

    ... sin contención ante ellos. Todo cuando había ingerido brotó con fuerza, acompañado de fuerte bilis y coágulos de sangre. Sabía que me habían envenenado, no sé cómo, ni por qué, pero así era. Solo que mi cuerpo era muy resistente y ellos no lo sabían. Se había deshecho del veneno por la vía rápida. Me levanté de un salto, tirando la alta y pesada silla al suelo. Me apoyé en la mesa, dejando salir un nuevo chorro de vómito que salpicó mis botas. El dolor me dejaba encorvado, tratando de buscar aire. Mis acompañantes se habían puesto en pie, mirándome atentamente. Ninguno hizo algo por ayudarme o socorrerme. Les pregunté por qué… ellos escupieron al suelo. El más joven dijo que la zarina no merecía mis desagravios. La corte había decidido deshacerme de mí. La rabia subió por mi garganta. Estaban cerca, seguros de que el veneno me debilitaba rápidamente. Decidí llevarme alguno conmigo. Puse una rodilla en el suelo, aprovechando otro espasmo, y aferré la tirada silla de una pata. Con un rugido, la volteé con una sola mano. Nadie se lo esperaba, ni nadie conocía mi verdadera fuerza. Sorprendí a uno de ellos, uno de los más viejos. El impacto fue tan fuerte que la silla se deshizo contra su cara. Escuché el tremendo crujido de su cuello. Los demás saltaron hacia atrás, gritando. Avancé hacia ellos. Solo me quedaba una pata en la mano, pero, al parecer, ya no se fiaban de mí. Retrocedieron hacia una de las puertas. Allí se encontraban sus abrigos de calle y sus armas. Rugí de ...
    ... nuevo, obligándoles a correr hacia allá. Buscaba una salida, desesperado, pero no la había. El más joven de los hombres me apuntó con una pistola y pidió al cielo fuerzas para acabar con la ejecución. Escuché el estampido y el golpe en el pecho. El impacto me tiró al suelo con fuerza y todo se fundió en negro. No podía ver nada, pero les oía hablar entre ellos. Estaban aparentemente asombrados de mi resistencia. Todos los platos estaban envenenados, así como el vino. Una mano me abrió el pecho, comprobando la herida. “Está muerto. Le has atravesado el pecho”, dijo uno de ellos. “Hay que deshacerse del cuerpo”. “Tengo un bote preparado. Nos llevará a la isla Petrovski”. La rabia volvió a apoderarse de mí en ese momento. ¿Quiénes eran ellos para osar apartarme de mi destino? Con un esfuerzo, abrí los ojos. El hombre que estaba sobre mí dio un chillido como el de una mujer. Me puse en pie de un salto y mi figura quedó reflejada en los cristales de un enorme aparador. Mi túnica estaba tinta en sangre; parecía echar espuma por la boca, o bien aún era vómito que cubría mi tupida barba, y mis ojos estaban terriblemente abiertos, desorbitados por el odio. Me encaminé hacia mi verdugo, quien no podía dar crédito a lo que veía. Balbuceaba de miedo y ni siquiera se acordaba de que tenía un arma en la mano. Le atrapé por el cuello, intentando estrangularle. Los demás se echaron sobre mí, consiguiendo arrancarle de mis manos. Corrí hacia la puerta que estaba abierta y salí tambaleándome a un ...
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