1. el guapo joven güero casado del rancho era mío y él gozaba conmigo


    Fecha: 24/10/2017, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    Hace algunos años, a mis 25 de edad aproximadamente, mientras trabajaba para la pastoral social de mi diócesis, en ese sentido fui invitado a un pueblo cercano a la capital, donde vivía, pequeño, de unos 3 mil habitantes aproximadamente, para colaborar en la entrega de víveres a ancianos y pobres que eran donados por migrantes radicados en EEUU que venían con sus familias a pasar las navidades. Cada 18 de diciembre, el pueblo celebraba su Topa y como apenas faltaba un día, el párroco de lugar invitó al equipo con el que iba a quedarnos en el pueblo a disfrutar la fiesta. Íbamos, además de mí, un diácono de mi edad con quien la pasábamos realmente bien echando desmadre, una solterona de 50 años de edad u su sobrina, una atractiva jovencita de 19. Las damas se quedaron en casa de una colaboradora de la parroquia, mientras el diácono y yo en la casa parroquial con el anfitrión cura del lugar. Accedimos a quedarnos en la fiesta. Nosotros llegamos el 17 de diciembre a la labor y nos regresaríamos el 19, un día después. Yo era blanco, de cabellera y barba largas y castañas, delgado, de 175 cm de alto, con culo modesto pero bien levantadito y una verga de 16 cm; con rasgos finos y bien parecido, dice la gente que me conoce, aunque siempre masculino. El quedarme con el diácono en la casa parroquial, paradójicamente me daba libertad para moverme cómodamente y convivir con la gente del lugar. La fiesta consistía en bailar, con música de banda de viento, por las calles del pueblo, ...
    ... bebiendo mucha cerveza y sobre todo tequila para terminar con jaripeo, en la tarde, y baile por la noche. Viví la fiesta completa y desde poco antes del jaripeo, comenzó a coquetearme la vida. Con varios chavos del pueblo, menores que nosotros, el diácono y yo hicimos el recorrido con la banda de viento, danzando al caminar, cotorreando con la gente y bebiendo; yo, personalmente, bebiendo mucha cerveza. Llegamos, con todo el contingente de unas 300 personas, al toril y durante media hora antes del jaripeo, sólo había música, alegría y baile entre la gente. A esas alturas yo ya estaba borracho y todo me daba risa entre los chavos con los que venía conviviendo. Jóvenes hermosos bragados por el prematuro trabajo de campo, con cuerpos morenos, bronceados y firmemente curtidos. Hubo un momento en el que me sentí tan mareado que me alejé considerablemente del lugar para vomitar y no lo conseguí pero, al igual que muchos pasaban por ahí, me puse a mear. Era la hora en la que se pone el sol al horizonte, cuando terminaba de mear y, sacudiéndome la verga güera que tengo, que levanté la mirada y ahí estaba él, como preámbulo a la contraluz del sol poniente, de delgado perfil perfecto a mi vista, cabizbajo, mirando su verga gotear las últimas gotas de pis, de unos 10 cm flácida y cubierta por su prepucio. Traía sombrero de paja, botas vaqueras color café, unos deliciosos jeans tenues y desgastados, corte recto a la medida, camisa a grandes cuadros verdes, manga larga y fajada por un cinto de ...
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