el guapo joven güero casado del rancho era mío y él gozaba conmigo
Fecha: 24/10/2017,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... piel y una gran hebilla con forma de espuela. Los pelos de sus cejas y bigotes, rojos y amarillos, resplandecían gracias al sol que los traslucía, sobre su blanquísima piel como la leche y sus ojos grandes y azules. Volteó hacía mí, mientras guardaba su reata y le podía mirar la blancura y perfección de sus dientes, como de azúcar y la simetría de todo su hermoso rostro. Vi los vellos de su pecho que se asomaban en el escote de la botonadura. Escupió y me gritó. -Hey, amigo, qué tal La Topa. ¿Te está gustando? -Sí, nada más que ya estoy algo mareado y tuve que venir a tirar a el miedo- le respondí. -Cómo es eso, mi estimado, si esto apenas comienza- completaba. -Si no me voy, ya nada más iré a darme un baño, a comer algo y a cambiarme para regresar al baile- repliqué. -¡Qué bien!, ya decía yo que estos voluntarios del Padre Benjamín no nos iban a dejar abajo porque además estamos muy agradecidos de que estén viniendo a ayudarle con las cosas de los viejitos- dijo al abrazarme. –Ven, te invito una cerveza antes de que te vayas a comer; soy Sergio- dijo antes de extenderme la mano derecha y echarme el brazo izquierdo al hombro. Lo abracé unos segundos y estreché su mano. Sentí su embriagante aroma a sudor y alcohol y compartimos algunas cosas de nuestras vidas. Me enteré de que tenía 27 años, de que era casado y de que tenía una bebé de 10 meses de edad. La charla fue muy amable, amistosa y agradable. Sergio era divino y su sonrisa hipnotizaba hasta al demonio. No le dije que ...
... era gay por precaución y prudencia. Quería besarlo ahí mismo pero me contuve, además era muy cordial y casado como para hacer una estupidez de borracho. Al final de unos minutos de charla y un par de cervezas de su arte, nos despedimos y quedamos de saludarnos por la noche, en el baile, que era en la plaza principal, justo afuera de la parroquia, donde yo me quedaba. Cayó la noche y volví a salir para encontrarme con los chicos de la tarde, con quienes habíamos recorrido la Topa. Todos estábamos ataviados de fiesta a la intemperie invernal. Estábamos contentos y bebiendo más. Recorrimos la plaza un par de veces y nos apostamos cerca del templete que se había dispuesto como escenario de la banda cuando ésta comenzó a tocar y ahí estaba Sergio, con jeans y camisa negra, botas y una tejana del mismo color sobre la cabeza, así como su mujer a un lado suyo, cargando a la pequeña bebé. Eva vez que él me ubicó, se encontraron sus ojos con mi mirada, me sonrió levantando ligeramente el sombrero sus sienes y retrajo su cuerpo con su mujer. Desde entonces a cualquier distancia que nos encontrásemos, se volteaba a encontrarse con mis ojos. Yo no daba crédito a lo que creía estar malinterpretando. Su mirada tenía ese brillo que tienen las miradas de los hombres que buscan a otros hombres porque les resultan atractivos. Me hacía sentir muy inquieto y excitado. Yo seguía disfrutando del relajo con los chicos pero su mirada llamaba mi atención. Era casi la media noche cuando miro hacía uno ...