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MI MACHO JOVEN Y MI MACHO VIEJO
Fecha: 02/02/2021, Categorías: Gays Autor: dulcehombre, Fuente: SexoSinTabues
Recibimos las primeras lecciones teóricas sobre sexo sentados en rueda sobre el piso de tierra del patio de una casona abandonada. Entrábamos clandestinamente escalando por los ladrillos carcomidos de una pared vieja. Éramos cuatro amigos entre los once y los doce pero Alberto, primo de uno de ellos no solo había cumplido quince sino que por sobre todo sabía al detalle todo lo que hay que saber a esa edad. Como la tienen las mujeres, como hacer para que se abran de piernas, como montarlas, como hay que ponérsela, que tocarles para que les guste y lo que mas teníamos que saber era cuanto era lo que les tenía que gustar. Si no les gustaba nada era porque no te querían pero si les gustaba te querían pero lo mismo tenías que saber que hacerles para que les guste. Y si les gustaba mucho no era que te querían mucho sino porque lo único que les gustaba era que cualquiera se la ponga. Por entonces la edad y la teoría no compaginaban con las reales posibilidades que teníamos de experimentar con chicas por lo que lo que tuvimos que limitarnos a investigar y practicar entre nosotros. El nos mostró como su verga escupía una leche blanca y bastante espesa, muy distinto al líquido aguado y transparente que saltaba de la de alguno de nosotros. También nos enseño como había que tocarla y fregarla para llevarla hasta el desleche. Al principio probamos un ratito cada uno pero con los días todos tuvimos la oportunidad de hacerle una paja completa. También empezamos a esperar el turno, que se ...
... te daba uno a cada cuatro reuniones, tocándonos entre nosotros. Con el paso de los días no solo llegamos a conocernos por los olores y hasta en los mínimos detalles de la verga de cada uno sino que empezamos a gozar tanto de dar como de recibir. Para mi el asunto no había resultado del todo novedoso porque a los ocho años un tipo con torcidas intenciones, del que se me ha borrado definitivamente la cara, probó encuentros “casuales” y a solas en lo oscuro en los que mantuvo una charla amable y convincente con la que gano mi confianza me despertó curiosidad por su sexo logrando que se lo explore fregándolo sobre la ropa. Al tercer encuentro abrió la bragueta y se puso mi mano adentro. Le acaricié un largo rato la verga, enorme para mis nociones de entonces, el pubis enmarañado y su peluda bolsa apretada dentro de la ropa. La última vez que nos encontramos la sacó bien parada. Se la agarré como si fuese un palo. Me indicaba como acariciarlo y moverle el cuero. Llevaba apenas unos minutos disfrutando de la experiencia cuando debimos interrumpirla porque alguien se acercaba. El se escondió dentro de unos arbustos y yo me escurrí en lo oscuro. Ni bien desapareció el caminante también se fue él sin decirme nada. Nunca volví a verlo. Unos días después se comentaba en el pueblo que la policía agarró a un “degenerado” al que buscaban desde hacía varios meses porque se hacía tocar por los chicos. Después de mucho tiempo de rumiar mi historia y de relacionarla con los comentarios de los ...