1. La historia de Claudia (19)


    Fecha: 26/10/2017, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... varias veces y la apoyó después sobre las nalgas estremecidas de Paola, dando algunos golpecitos luego de los cuales pegó el primer azote.
    
    -¡¡¡Aaaaayyyyyyyy!!! –gritó la joven moviéndose todo lo que le permitían los grilletes que la sujetaban.
    
    La mujerona respiró hondo, excitadísima emocionalmente al estar usando por primera vez un instrumento de castigo que, al parecer, resultaba muy efectivo, a juzgar por el grito de la víctima y esa marca rojiza que cruzaba sus nalgas.
    
    -Seguí, Amalia... –indicó Inés. La mujerona apoyó entonces la vara sobre ambas redondeces, la deslizó a derecha e izquierda varias veces y finalmente descargó un segundo golpe. Paola volvió a gritar, torturada por un dolor agudo que se alargó y se hizo aún más intenso al caer sobre sus carnes el tercer azote.
    
    La regente hizo una pausa y luciendo en su rostro todo el intenso placer que estaba sintiendo se deleitó por un instante contemplado ese hermoso culo surcado por tres marcas rojizas, mientras Paola lloraba mezclando súplicas inútiles.
    
    Luego la paliza siguió. A pesar de que Amalia nunca antes había manejado una vara, demostraba una extrema habilidad originada quizás en su fuerte vocación e instinto de spanker. Golpeaba alternativamente en una y otra de las nalgas, haciendo pausas de distinta duración y por momentos sin intervalo alguno entre azote y azote, arrancándole en esos casos a la supliciada verdaderos aullidos.
    
    A Inés, el silbar de la vara en el aire, el inmediato restallar ...
    ... sobre la carne, los gritos y súplicas de Paola le sonaban a música. La cachorra, entretanto, miraba la escena con la respiración agitada y estremecida por sensaciones opuestas de compasión y goce, al tiempo que se iba excitando cada vez más y crecía en ella el deseo de poseer a la chica.
    
    El culo martirizado se veía ya bien rojo y en algunos sectores mostraba delgadas líneas de inflación. La mujerona alzó el brazo una vez más y estaba a punto de volver a golpear cuando Inés la detuvo:
    
    -Está bien, Amalia. Creo que ya es suficiente. –dijo y se acercó a la joven, que seguía llorando. Le enderezó la cabeza tomándola del pelo y vio entonces sus mejillas manchadas por el maquillaje que las lágrimas habían extendido por ellas.
    
    -¿Estoy en lo cierto, queridita? ¿Ya es suficiente o tenemos que seguir dándote para que no vuelvas a desobedecerme?
    
    -No... no, señora... no me... no me peguen más... por favor... –murmuró Paola con una expresión de angustia.
    
    -Eso va a depender de tu conducta, nena. ¿Vas a ser obediente de aquí en adelante?
    
    -Sí, señora, sí... se lo juro...
    
    Inés dobló entonces la apuesta y le dijo:
    
    -O tal vez prefieras renunciar a tu esclavitud... y también a la cachorra, por supuesto.
    
    Paola inhaló con ansiedad por la boca y con los ojos cerrados respondió:
    
    -No... no renuncio... no renuncio...
    
    Inés le pegó una cachetada:
    
    -¿A quién le estás hablando, putita?
    
    -¡Aayyy!... no, no renuncio, señora Inés... –dijo la joven en medio del llanto que ...